martes, 20 de julio de 2010

- Capítulo 7 - Misión de rescate (Parte 2)

Algo salió mal.

Felix estaba  seguro que apenas había pisado su dimensión, cuando experimentó una  sensación jamás vivida: supo que había entrado a la zona de nuevo, pero  esta vez había sido definitivamente en contra de su voluntad.

Sintió como si alguien estuviese tirando de su estómago, desde adentro,  en dirección a su espalda. Después le sobrevino una arcada, pero no pudo  expulsar el vómito; también sintió una fuerza invisible que halaba sus  extremidades, como si las hubiesen atado a un instrumento de tortura.  Intentó gritar, pero la voz simplemente no salía.

Su tormento  duró menos de un segundo; tan rápido como llegó, se fue.

Estaba  parado en el pasillo del colegio, dentro de la zona una vez más. Mike  estaba a su lado, pero no parecía haber experimentado la misma situación  que Felix. O eso, o el chico había resistido el dolor.

—James... Cabrón. —se quejó Mike, presionando un pequeño botón de su  reloj de muñeca. Sin embargo, el enfado le duró poco, pues sabía que  James no les habría arrastrado si no se tratase de una emergencia. El  chico, bastante preocupado, no tardó en gritarle al reloj de muñeca—:  ¿¡Pero qué ha sucedido!? ¿¡James!?

—Estamos bien. Los tres.  —respondió la voz del joven, al otro lado del comunicador.

—Ah,  me alegro... —dejó escapar Felix. Muy seguramente, su compañero le había  escuchado, puesto que su siguiente frase fue:

—Nosotros no.  Encontramos al infectado. Ya se ha transformado.

—¡¡Mike!!  ¡¡Nunca había visto algo parecido!! ¡¡Tienes que venir ahora!!

—¿¡Vince!?

—Johnson, Flynn, escuchad. Primero que nada,  permaneced siempre tranquilos. No llaméis a Samantha; está en Gimnasia y  no sería capaz de llegar antes de que su límite...

Se escuchó  un grito. Felix se estremeció al oír a Ethan dejar salir algo parecido a  un aullido. Rápidamente, creó un orbe de viento en su mano derecha. Su  marca, resplandeciente como un farol, oculta bajo su piel, comenzó a  brillar con más intensidad de la normal.

—¡La azotea! ¡Estad  preparados! —advirtió James. Su voz denotaba dolor, aunque también  parecía ahogada. No, ahogada no; parecía como si algo estuviese  apretándole la garganta o el vientre....

—Pero Felix... Sabes  que su límite es muy cort...

—¡¡¡Entonces os quedan tres  minutos!!!

Mike dejó el comunicador encendido, por si James  comenzaba a dar más explicaciones o datos sobre la criatura.

Por suerte, el par de muchachos ya se encontraba al pie de la escalera,  por lo que no tardaron mucho en subirla corriendo, y llegar a la azotea,  sobre la cuarta planta.


Felix no había visto nada más  horrible y espeluznante en su vida. Tenía el mismo color y, a la vista,  la misma textura que un Corrupted  común. Pero, definitivamente, era mucho peor que estos:

Medía  por lo menos tres metros de alto. Era muy delgado como para tener  semejante estatura, y su cuerpo, que sostenía sólo un alargado cráneo,  se tambaleaba con cada movimiento. Felix no estuvo seguro si la criatura  era sólida o líquida, o si se encontraba en un estado intermedio.

No tenía brazos, y en lugar de piernas tenía largos y musculosos  apéndices muy parecidos a los tentáculos de un pulpo, a excepción de que  estos no tenían ninguna ventosa.

Felix no se molestó en  contarlos. Pero estaba muy seguro que superaban los seis, mas no  llegaban más allá de los diez. Esto, por supuesto, incluía a los tres  tentáculos que mantenían prisioneros a sus compañeros James, Vince e  Ethan .

—¡Chicos! —vociferó Felix, delatando así su posición. El  infectado le miró con sus aterradores ojos. El iris era de color  amarillo, como en un Corrupted  cualquiera, pero el resto era rojo sangre. Parecía la mirada de un  demonio.

La criatura abrió su boca para dejar salir un rugido.  Era una hendidura vertical, como si la hubiesen girado en noventa  grados, y exhibía un largo grupo de blancos y delgados dientes.

—¡F, aún podemos traerle de vuelta! —gritó Mike—. ¡Aunque generalmente  no son rojos pero... los ojos deben ser completamente amarillos; si no  lo están, significa que aún no se ha transformado por completo! —tras  mirar de nuevo su reloj, Mike agregó—: Dos minutos cuarenta. ¿Cómo te  sientes?

—Mal, ¿qué más puedo hacer? ¿¡Cómo se supone que le  mate, rescate a los chicos, tome al infectado y salga de la zona en  menos de dos minutos!?

—¡No sé, coño! ¡Tú eres más estratega que  yo!

Felix tragó saliva. El tiempo se le escapaba como agua  entre los dedos. Necesitaba asestar el golpe final antes de comenzar  siquiera. ¿Pero cómo...?

El cerebro de Felix intentó recopilar  toda la información y ordenarla en el menor tiempo posible: Dos minutos.  Un Corrupted. Tres rehenes,  inconscientes. Un compañero. Psiques  de aire y fuego. Revólver de tierra. Ocho tentáculos; cinco libres,  tres ocupados... Azotea, cuatro pisos de altura, una cerca de dos metros de  alto.....

¡Eso era!


Felix se armó de valor y echó a  correr. Con las fuerzas que le quedaban, embistió uno de los tentáculos  libres. Dejó salir todas sus reservas, moviendo el viento a su alrededor  y concentrándolo en un punto. Sólo en un punto.

Se alzó en el  aire, llevándose el tentáculo consigo. En un intento de quedarse en el  suelo, el infectado soltó a los tres chicos inconscientes y utilizó sus  apéndices libres para sostenerse de la barandilla.

—¡¡Mike,  dispara a las tuercas!!

Felix no necesitó repetírselo. Mientras  su compañero aún avanzaba en el aire, Mike tomó el revólver de tierra,  apuntó...

Un click, acompañado de un estruendo y una sacudida.  El suelo golpeándole con fuerza, o tal vez él estrellándose contra éste.  El más horrible rugido de agonía jamás oído. Felix lo comprendió al  instante: ¡La bestia había caído, y nunca mejor dicho!

—¡F!  —gritó Mike—. ¡Sal de la zona ahora, yo despertaré a los chicos y traeré  al infectado!

El chico asintió con la cabeza. Sin rechistar  siquiera, puesto que los músculos le pesaban y le ardían más que nunca,  abandonó la zona. No le sorprendió ver a Mike y al resto de sus  compañeros a un lado suyo, puesto que, si bien ellos habían permanecido  más tiempo en la zona, la distorsión dimensional había hecho ese tiempo  imperceptible para Felix.

Jadeante, empapado en sudor,  completamente exhausto, Felix se dejó caer al suelo. Se quitó el saco de  su uniforme y lo arrojó sin siquiera ver a dónde.

—Le tenemos.  —sentenció James. Felix notó que Vince llevaba a alguien cargado en  brazos. Su cuerpo era pequeño y delicado, y cabía fácilmente en el hueco  entre las extremidades de Vince. Por lo tanto, el chico no se  sorprendió cuando Mike corrigió:

—La tenemos.


Mike  se limpió el sudor de la frente con el dorso de la mano. La sacudió para  deshacerse de las minúsculas gotas, y emprendió camino a las escaleras,  siguiendo a James, Ethan y Vince.

—Dios, qué cansancio... No me  acostumbro. Debí haber entrenado durante las vacaciones, también.  —expresó, mientras caminaban. Se quitó el saco y se desabrochó la  corbata, además de abrir algunos botones de su camisa.

—¿Cuándo  te uniste? —preguntó Felix, con curiosidad.

—Primero de julio;  de este mismo año. Pero las clases terminaron unos días después, y salí  de la ciudad en el verano.

—Así que... Llevas entrenando lo  mismo que yo... —señaló Felix.

—Te llevo dos semanas. Volví  antes, ¿sabes? —apuntó Mike, un poco pícaro—. Aunque debo admitir que  eres fuerte, F. Sin duda alguna, me superas. Lo que te deja mal parado  es tu resistencia.

Felix dejó escapar un suspiro. Mike tenía  mucha razón. El tiempo era muy importante cuando se trataba de misiones  de rescate, y Felix no contaba con el suficiente. Supuso que Samantha  también poseía el mismo problema, así que decidió entrenar con ella una  vez el rescate hubiese acabado por completo.

El grupo continuó  su descenso hasta llegar a la primera planta, donde caminaron en dirección a  la enfermería. Varios alumnos se giraban para ver, desde el interior de  sus aulas, a los miembros del PP, sudados, con la ropa y cabello  desordenado, y con una chica inconsciente en brazos. Felix no podía  culparles.

James adelantó a Vince, y se apresuró a llamar a la  puerta de la enfermería, lo cual en realidad no hacía falta, pues, como  siempre, estaba abierta de par en par.

—Doctor Robinson, soy  James. Asunto del PP. —expresó James, haciéndole señas al grupo para que  pasara.

—El lugar está vacío, podemos hablar con tranquilidad.  —manifestó el médico, quien salía desde la parte de atrás de una de las  cortinas—. Que alguien cierre la puerta.

Felix, que iba al  final, fue quien obedeció al hombre. No se olvidó de poner el pestillo.

—Ha sido muy extraño, Robinson. —explicó Ethan—. Era más fuerte que los  demás infectados. Por suerte, Felix se las arregló para vencerle en  unos segundos.

—¿Segundos? Vaya, Felix, te felicito. —dijo  Robinson, dedicándole una sonrisa a chico. Este no pudo evitar  sonrojarse al ver a sus compañeros mirarle con orgullo y alegría.

—No era una infectada común. Su esclerótica era roja. —subrayó James—.  Sabemos que la sangre de los Corrupted’s  es negra, ¿así que qué le daba esa tonalidad?

—¿Roja, dices...?  —murmuró Robinson. Se frotó la barbilla y cerró los ojos, en profunda  meditación.

—¿Sabe algo sobre ese fenómeno, doctor? —preguntó  Vince.

Robinson no respondió a la pregunta del chico. En cambio,  decidió decir:

—James, llama a tu padre. Vince, deja a la  alumna en la cama.

Felix se sorprendió un poco. ¿Era compañera  suya? Se preguntó si la conocería, o si por lo menos había coincidido en  alguna clase con ella. Decidió acercarse a la cama en la cual Vince la  había recostado con suma delicadeza.

Indudablemente era una  compañera del colegio, pues llevaba el uniforme puesto: Una delgada  chaqueta, siempre cerrada, del mismo color que el saco de los muchachos,  con el emblema de la academia, y una falda a las rodillas, también de  color azul oscuro.

Vince le acomodó el cabello a la chica, ya  que se le había pegado a la piel por el sudor y le cubría gran parte de  la cara.

Felix sintió un terrible peso en el estómago. Estuvo  seguro que Mike también le había reconocido, pues tenía la misma cara de  estupefacción que él. Los chicos no pudieron moverse al ver a su amiga  recostada en la cama. Con un hilo de voz, ambos murmuraron al mismo  tiempo:

—Michelle...

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Versión en PDF, con algunos cambios menores:

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