sábado, 30 de octubre de 2010

Capítulo 12 - ¿Comenzamos de nuevo? (Parte 2)

—¿Pero de qué estáis hablando? —inquirió Michelle, mirando a ambos muchachos con expectación.

—Ya verás... —sonrió Mike. Acto seguido, presionó un botón de color rojo en su brazalete.

Sin previo aviso, algo tiró violentamente del estómago de los chicos. Ciertamente, aquella horrible sensación no podía ser descrita, pero si se le pudiese comparar con algo, podría decirse que era parecido a tener un gancho tirando del ombligo desde adentro. Una mezcla de asco y terror envolvió al grupo.

Tan pronto como vino, la espantosa sensación se fue. Los muchachos respiraron aliviados al darse cuenta que seguían completos, después de haberse tocado por doquier para confirmarlo.

La atmósfera había cambiado. El aire se había enrarecido, viciado, y la gravedad había aumentado levemente, de manera casi imperceptible. La luz también había cambiado por completo, haciendo que el contraste entre los objetos fuese más notable.

—¿No es esta... la zona...? —preguntó Michelle, con las manos en el vientre, a la par que miraba de un lado a otro en un estado de alerta.

—Lo es... —asintió Felix, recordando cómo había experimentado la misma sensación en el estómago cuando él y Mike intentaban rescatar a Michelle de los efectos del “Lagune” Syndrome, justo cuando James les había arrastrado dentro de la zona de nuevo en busca de ayuda.

Con una mueca de enfado en el rostro, Vince se acercó amenazante a Mike, quien parecía, de alguna manera, orgulloso de ser el responsable de la súbita entrada a la zona. Sin dudar de sus acciones, tomó al chico por el cuello de la camisa y le alzó un poco hasta que estuvo a su altura.

—O-oye... T-tranquilo, Vince. —balbuceó Mike, intentando sostenerle la mirada al alto jugador de fútbol americano.

—Robaste tecnología en desarrollo. —soltó Vince, fulminándole con la mirada, casi como si quisiera hacerle dos hoyos en el rostro a Mike con sus pupilas.

—¿¡Tú qué!? —exclamaron Felix y Michelle al unísono, ésta última apenas dándose cuenta que había sido Mike quien les había obligado a entrar al limbro entre la dimensión de los humanos y la de los Corrupted's.

—¡Mentira! —se defendió el chico, mirando a los dos que le habían gritado—. ¡Si estaban en la bodega de armamento era por algo!

—¿Era por algo? —repitió Vince, para después sacudir a Mike violentamente. Éste no pudo hacer nada más sino cerrar los ojos con fuerza e intentar mantener a raya las ganas de vomitar; después de todo, la fuerza de Vince superaba por mucho a la de Mike—. ¡Esa zona del dormitorio está protegida con contraseña también “por algo”!

—¡Vince, relájate, tampoco es para que te comportes así! —intervino Michelle.

Vince respondió con gruñidos ininteligibles. Con una fuerza tremenda, alzó a Mike unos centímetros del suelo.

—¡Vince! —gritó Felix, aterrorizado ante la visión que se le ofrecía. Intentó acercarse para defender a su amigo, pero Michelle le jaló del brazo, obligándole a quedarse con ella. Silenciosamente, señaló uno de los pocos autos que se encontraban en el estacionamiento.

Felix miró justo a tiempo para ver una figura de color blanco desaparecer entre los coches de los profesores.

—De acuerdo, ya está bien. —soltó Felix, liberándose de los brazos de Michelle y acercándose a Vince para apartarlo de su amigo. Como si saliera de un trance, el joven soltó de inmediato a Mike y se frotó la cabeza, desorientado. Éste último, aterrado evidentemente, se alejó varios pasos

—Hay que salir de aquí lo más pronto posible. —señaló Michelle, en un tono de voz extrañamente maternal—. Si vais a usar la zona como... ¿túnel temporal, se dice...? —la chica dudó un segundo, pero luego continuó—: Si la vais a usar como túnel temporal para llegar a clase, hacedlo entonces. Pero que sea rápido. Hay algo distinto en este lugar.

El grupo entero asintió con la cabeza.

—Y no quiero volver a ver este tipo de discusiones. —añadió la chica, dirigiéndoles a todos una mirada autoritaria.

El grupo asintió de nuevo.

Tras un “Bien” por parte de Michelle, los cuatro chicos comenzaron a caminar de nuevo rumbo al edificio escolar, sin dejar la zona. Mike y Vince iban a los extremos, con la mirada baja y en silencio, mientras que Felix y Michelle iban caminando en el centro, impidiendo el contacto entre los otros dos y alternando sus vigilantes miradas entre ambos jóvenes.

Cruzaron la sección deportiva, la cafetería y el centro de computación, el túnel de árboles, la biblioteca, para terminar justo enfrente del edificio escolar... Todo en poco menos de diez minutos de incómodo silencio. Felix hubiese preferido a que los atacara una horda de Corrupted's, lo cual, desgraciadamente, no ocurrió.

En realidad... No los había atacado ni siquiera un sólo Corrupted. No había ninguno a la vista. Como bien solía decirse, “estaba tranquilo... demasiado tranquilo”.

—¿No os parece...? —iba a decir Felix, cuando quiso manifestar sus sospechas a sus compañeros. No obstante, Michelle le calló con la mirada, seguramente pensando que el chico quería entablar una conversación entre el grupo. Vince y Mike se quedaron en silencio. Cambiando de tema súbitamente, Felix añadió con nerviosismo—: ¿...que es tiempo de salir de la zona?

Michelle asintió con la cabeza, sin que la mueca de enfado desapareciera. Levantó un poco su brazo y señaló el brazalete de metal que Mike le había colocado en la muñeca. Vince y Mike movieron la cabeza, aunque Felix no supo si era un “Sí” o un “No”, todavía con la mirada baja.

De pronto, Felix sintió un tirón en el estómago. De inmediato supo que algo le arrastraba fuera de la zona, así que se esforzó para evitar la sensación al hacer fuerza en el estómago. Sin embargo, no había terminado de pensar esto siquiera cuando ya se encontraba en su propia dimensión al lado de sus tres amigos.

De pronto, descubrió para qué servían los brazaletes que Mike les había dado. ¡Por supuesto! ¿Cómo podía haber sido tan ingenuo?

Mike le había hablado, hacía tiempo ya, de un artilugio que usaba el PP en sus misiones. Dicho aparato detectaba cuando había un ligero cambio en el espacio-tiempo; es decir, cuando alguien entraba a la zona.

“Son la versión dos”, había dicho Mike. Era una versión más nueva de aquél aparato, que aún estaba bajo desarrollo. Seguramente tendría funciones nuevas o algo por el estilo. En dicho caso, ¿qué cambios tendría y qué faltaba por añadirse?

—Me iré yendo. —expresó Michelle, sacando de pronto a Felix de sus pensamientos. Acto seguido, se apresuró a entrar por las puertas del edificio sin despedirse de los demás. Vince y Mike la siguieron, aunque tomaron su distancia, sin mediar palabra alguna. Felix se quedó completamente solo.

El chico suspiró antes de acomodarse la mochila y dirigirse a su aula. No obstante, se interrumpió una décima de segundo para contemplar lo que podía ver del campus desde su posición, buscando con la mirada algo sospechoso o anormal.

Felix creyó ver la misma figura de color blanco que había aparecido durante su estadía en la zona ocultarse detrás de un basurero. Tal vez era su imaginación, pero prefirió investigar qué era lo que se había movido cuando había notado la mirada de Felix sobre él.

Con un poco de dificultad, se quitó el brazalete y lo metió en la mochila, aún sin separar la vista del basurero donde, presuntamente, se ocultaba el extraño ser. Rápidamente, entró a la zona de nuevo, para que la figura no pudiese escapar de él.

Tardó pocos segundos en llegar al lugar corriendo. Se preparó con un orbe de viento en la mano, y dio el paso decisivo.

¿Nada? ¿No había nada detrás del basurero? ¿Pero cómo diablos había desaparecido? ¡Si le había visto esconderse allí mismo, con sus propios ojos!

Se dio una palmadita en la cara, como para despertarse. Sí... Tal vez, después de todo, sí se lo había imaginado. Tras estirar sus miembros, decidió guardarse el poco tiempo que le quedaba para permanecer en la zona, aunque eso significara llegar un poco tarde a clases.

Salió de la zona y pasó con rapidez a través de las puertas del edificio, sólo para escuchar el sonido de la campana desvaneciéndose. Como no tenía necesidad de tomar ningún libro de su casillero, corrió directamente al laboratorio.

Se arrepintió de abrir la puerta de un manotazo. Alrededor de 25 pares de ojos se clavaron en él, incluidos los de la Sra. Jones, su profesora de Química. Detrás de ella, estaban de pie dos alumnos que Felix no reconoció, un chico y una chica.

—Llega tarde, Sr. Flynn. —dijo la maestra, expresando un enfado impresionante con la sonrisa más hipócrita que Felix había visto jamás. Por un momento, imaginó que sus dientes eran afilados cómo los de un tiburón, y su sonrisa tan amplia como su cara. Fue aterrador.

—Lo siento mucho, se me hizo tarde. —se disculpó Felix, intentando parecer lo más sincero y sumiso posible. Una actitud retadora no sería la táctica más adecuada. El chico sonrió nerviosamente y junto sus manos, cómo rogando que no le regañara o le quitara puntos de su calificación. La Sra. Jones levantó una ceja—. Iré a sentarme inmediatamente. —añadió el chico, antes de correr a sentarse junto a Vanessa, en la última mesa del aula.

—Así me gusta. —dijo la profesora, casi como burlándose de la actitud de Felix. Acto seguido, se aclaró la garganta y comenzó de nuevo—:Muchachos... Hoy quiero presentaros a dos estudiantes nuevos.

Felix alzó la cabeza con curiosidad. Al frente, a los dos lados de la profesora, se encontraban los alumnos mencionados: el chico y la chica que Felix no había reconocido. Ambos contaban ya con el uniforme de la academia, y sus mochilas aparentaban llevar todos los libros dentro; seguramente aún no tenían un casillero asignado.

Inconscientemente, la mirada de Felix se dirigió primero hacia la chica. No era muy alta; de hecho, se encontraría cerca del promedio. Seguramente le llegaba al hombro a Felix. Su cabello lacio, que llevaba suelto por completo, era de un color negro profundo, y resaltaba con sus brillantes ojos de color esmeralda. Llevaba puesto un adorable moño de color verde a un lado derecho de la cabeza y . Felix no pudo evitar pensar que tenía un buen cuerpo; o, como diría Mike, “que estaba buenísima”.

Alejando esos pensamientos, se ocupó de contemplar al muchacho. Era pequeño, de manera relativa a los demás estudiantes del grado, tanto que parecía de algún año menor. Tenía un cabello de color negro que llevaba peinado hacia atrás (aunque algunos delgados mechones se negaban a quedarse quietos y le se levantaban varios centímetros), y ojos del mismo color. A Felix le sorprendió y le extrañó que el nuevo estudiante llevara una voluminosa bufanda verde en el cuello, tanto porque no hacía el frío suficiente para llevarla, como porque era demasiado llamativa para llevarla como accesorio junto al uniforme.

—Esta señorita de aquí —continuó la profesora— es Miranda Jacobs. Seguro muchos la conoceréis por...

Miranda interrumpió al aclararse la garganta. La maestra se detuvo, como cediéndole la palabra, pero la chica hizo como que no había pasado nada y se quedó en silencio.

—Eh...Ah, sí, como os decía... Éste —la profesora señaló al muchacho— es Leo Anderson.

—¿Hey, qué tal todos? —saludó efusivo, con una sonrisa de oreja a oreja, mientras agitaba la mano con alegría.

—Un dato curioso es que estos dos chicos —la Sra. Green les señaló— nacieron aquí, en Port Lagune, pero vienen como estudiantes de intercambio desde otros países... Si no me equivoco...

—Alemania. —aclaró Leo, orgulloso.

—Francia... —dijo Miranda, sin siquiera mirar a sus compañeros. Al parecer, la tabla periódica que descansaba sobre la pared era mucho más atractiva o tal vez también tenía interés en saber de dónde venía la chica.

—Con esto ya tenemos siete estudiantes de intercambio... ¡Tres en esta misma aula! —agregó la profesora con entusiasmo.

Felix saludó nerviosamente con la mano a los dos nuevos alumnos, que le habían dirigido la mirada al ver cómo todos los demás estudiantes lo hacían también.

—Este chico de aquí ha sido el modelo para vuestro horario. —aclaró la Sra. Green—. En otras palabras, coincidiréis con él en todas las clases. ¿No es eso genial?

Los tres muchachos se quedaron en silencio. Felix por vergüenza y los otros dos por Dios sabría qué cosa.

—Felix... ¿Por qué no les das la bienvenida? —sugirió la maestra, aunque con su tono de voz y mirada quedaba más que claro que lo que había dicho era una orden.

—Ah, sí, perdón. —se excusó Felix. Acto seguido, se puso de pie, dejando a Vanessa sola en la mesa de laboratorio, y caminó hasta la parte delantera del aula—. Eh... Hola, chicos, yo soy Felix Flynn. Podéis llamarme “F” si queréis, aunque sé que al final me arrepentiré. —Felix dejó salir una risa nerviosa que sólo Leo respondió al sonreír—. Esto... Ah, yo soy estudiante de intercambio como vosotros, y también nací aquí. Y os puedo decir que la Atlantic Coast Academy no es tan grande como colegios de Francia, Alemania u otros países, pero es... bastante buena, supongo. —Felix ya no sabía qué decir.

—¿Hay clubes? —intervino Leo, casi como para salvarle.

—¡Ah, pero claro! Tenemos bastantes cosas: club de drama, club de ajedrez, club de canto, club de fotografía, club de pintura, club de lectura... Y no sólo culturales. Los deportivos también nos sobran: soccer, baloncesto, tennis, voleyball, atletismo, esgrima, artes marciales, rappel, yoga, y varios tipos de danza... Eh... ¿No me dejo nada, Sra. Green?

—¡Club de laboratorio, Sr. Flynn!

—¡Ah, sí, también tenemos club de laboratorio!

—¡Y el PP! —añadió un alumno desde la parte trasera.

—¿El PP ¿Qué es eso? —preguntó Leo.

Felix sintió las miradas de todos los estudiantes posadas en él, esperando por su respuesta. Por alguna razón, la de Miranda le parecía más fría que las demás, e incluso estudiadora.

—Un club... —respondió el chico, con un hilo de voz.

—¡Noooo! —gritó alguien sarcásticamente desde el fondo del aula. Varios alumnos estallaron en risas.

—... al cual no puedes entrar si no te llaman. —terminó Felix, un poco irritado.

Hubo un incómodo silencio en el aula, apenas roto por la tos de alguien y por el tictac del reloj.

—Creo que eso es todo... —expresó la profesora—. Se nos acaba el tiempo, así que... Felix, tú con Miranda en una de las dos mesas vacías; Leo, tú irás con Vanessa.

—Bienvenidos a la academia. —dijo Felix. Dicho esto, le tendió la mano a Leo, quien respondió efusivo a su gesto. Luego lo repitió con Miranda, que lo hizo con mala gana. Una vez hecho esto, los muchachos fueron a sentarse a sus respectivas mesas.

Felix se metió la mano en el bolsillo de inmediato: su mano estaba brillando. Había tocado a un poseedor.

Y no sabía a quién.

2 comentarios:

  1. Un(o dos) poseedor nuevo! Genial ya se echaba en falta un capítulo de tu historia. Espero que no tardes tanto para otras ocasiones. Un saludo Zero!

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  2. me encanta :P
    he tardado unos dias en ponerme al dia.. epro espero con ansias los nuevos capitulos :P
    se pelearan michele i miranda??
    ^^

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