martes, 10 de agosto de 2010

Capítulo 10 - Advertencia (Parte 1)

Capítulo 10 – Advertencia:

Felix caminaba por un angosto, oscuro y aparentemente interminable pasillo. A cada paso que el chico daba, le parecía que las paredes se acercaban cada vez más, amenazando con aplastarle y volverle eterno prisionero de aquel espeluznante sitio.


No podía ver el techo, ni tampoco el suelo sobre el que ahora caminaba. Sólo estaban él, los interminables muros y la profunda oscuridad. Sus pies se posaban sobre algo sólido, pero Felix tenía la sensación de que podría romperse y dejarle caer en cualquier momento, entregándolo al espeluznante agujero sin fondo. Con cada paso, el miedo reclamaba otra parte de su mente como suya; y pese a esto, no era capaz de detenerse o regresar por donde había venido.


Ahora que lo pensaba, no recordaba cómo había llegado allí. Tampoco estaba seguro si alguna vez había comenzado siquiera. Era como si su existencia estuviera basada en el mero hecho de caminar eternamente, privado para siempre de su libertad.


De pronto, escuchó una risita. Tan pronto como había llegado, el sonido se esfumó. Había gozado de algo parecido a la omnipresencia, pues no parecía haber provenido de algún punto en específico. Simplemente había aparecido,


Felix sintió como si le observaran. Pero no había nadie allí. Seguía igual que al inicio, si es que alguna vez había habido principio alguno. Tal vez era la oscuridad misma quien le contemplaba.


Súbitamente, una puerta apareció frente al chico. ¿Realmente había aparecido? No estaba seguro. Tal vez no la había visto, solamente. De cualquier manera, Felix evitó pensar en razones y simplemente la abrió, dejando entrar —¿o salir? — una fulgurante luz blanca.


Sin olvidar cubrirse los ojos, el muchacho atravesó la puerta, feliz por haber encontrado una salida de aquella oscuridad. Antes de que Felix pudiese hacer algo, sin embargo, la puerta se cerró tras de él. Al girar sobre sí mismo, descubrió que ésta se había esfumado, dejándole sin escapatoria.


Había salido, extrañamente. No sabía de dónde había venido, pero había terminado en la calle frente al dormitorio. Detrás suya se podía ver el estacionamiento de la academia, pero no había rastro de la puerta que había abierto hacía unos segundos.


Tratando de ignorar tal hecho, el chico caminó el poco trecho que había entre él y la sección A del dormitorio, para después abrir la puerta con su llave. Acto seguido, el chico entró al edificio.


Se sorprendió un poco al ver que todos estaban en la recepción. Mike, Michelle e Ethan en uno de los sofás, mientras que James, Vince y Samantha se encontraban en el otro. El director Reynolds y el médico Robinson estaban también allí, de pie detrás de James y los otros. Felix se extrañó un poco al ver que el sillón individual también estaba ocupado.


El chico retrocedió e intentó salir por la puerta, pero ésta había sido reemplazada por un muro de ladrillo. Intentó hacer emerger su Psique, pero no ocurrió nada. Aterrado, echó a correr hacia las escaleras, pasando de largo al PP y a su acompañante.


Se detuvo en seco. No había escaleras. En su lugar, sólo habían largos pinchos de metal reemplazando los escalones.


Nebiros se levantó de su asiento mientras se reía. Felix reconoció la misma risa que había escuchado en el corredor.


—¿Conoces ya a Nebiros, Flynn…? Será el nuevo miembro. Espero que os llevéis bien... —expresó James, levantándose también del sofá. Sus compañeros le imitaron y se giraron hacia Felix. Muy lentamente, el PP y Nebiros comenzaron a caminar hacia él.


Antes de que se diera cuenta, todos se hallaban cubiertos por el mismo abrigo de cuero negro y capucha, igual que Nebiros. Felix ya no sabía cuál era el real, si es que había uno real, siquiera.


—¡¡Largo!! —gritó el chico, al verse totalmente acorralado. Los encapuchados extendieron las manos hacia él, intentando asirle de la ropa—. ¡¡No, fuera!!


—¿Qué pasa, F…? ¿No debíamos llevarnos bien…? —susurró uno de los encapuchados; presuntamente Nebiros, debido a su voz. Dicho esto, el joven sacó su espada de color rojo del interior de su manga, y señaló a Felix con la punta.


Acto seguido, Nebiros le hizo un profundo corte en el estómago.



Felix despertó de un sobresalto, enredándose con las cobijas, y estuvo a punto de caerse de su cama. Agitado, el chico se llevó la mano al estómago, donde el imaginario Nebiros le había atacado con su espada.

Descubrió, con evidente sorpresa, que algo rugoso cubría su vientre bajo su camisa. Iba a sentarse para examinar la extraña superficie, pero una fuerte mano sobre su pecho le detuvo.

—Tranquilo, chico. No te levantes así o podrías abrirte la herida. —advirtió una voz.

Felix alzó la cabeza y su mirada se encontró con la de un médico desconocido. Llevaría ya mucho tiempo en esa profesión, pues su cabello era completamente blanco y en su rostro hacían aparición varias arrugas.

—¿Herida? —repitió Felix, palpándose el estómago. La textura rugosa se debía a una capa de vendas que rodeaban su abdomen, ayudando a la cicatrización y deteniendo el sangrado.

—Tienes suerte. La lesión es sólo superficial, no llegó a los órganos internos. —explicó el hombre—. Varias semanas de reposo y estarás como nuevo. Ahora... Iré a llamar a tus padres.

Acto seguido, el médico apartó las cortinas y se alejó, en dirección al pasillo.

Felix no podía ver mucho. Su vista se veía delimitada por las cortinas de color azul, las cuales evidenciaban que compartía la habitación con otros pacientes. Sólo estaban él, su cama y una mesilla de noche, en la cual no había más sino un solitario vaso de cristal con agua.

Se frotó los ojos, intentando apartar la visión de Nebiros que se había quedado plasmada en su mente. En su sueño, le había atacado con una espada de color rojo. ¿Había eso pasado en realidad? No recordaba mucho, y el cansancio le nublaba la mente. Además, se sentía levemente mareado, lo cual pronto atribuyó a alguna anestesia suave.

De pronto, las cortinas volvieron a abrirse, esta vez de repente y con una fuerza tremenda. Antes de que pudiese decir algo, o reaccionar siquiera, Felix vio a su madre echársele encima.

—¡Oh, cariño! ¿¡Estás bien, bebé!? ¡No te preocupes, Felix, mami está aquí contigo! ¡Ay, pobrecillo, mi pequeño...!

—Madeline... —intervino el Sr. Flynn, quien apenas entraba al improvisado recinto del chico, seguido por Lily y el médico—. Felix debe estar tranquilo y relajado.

—Mamá... Nos avergüenzas. —señaló Lily.

—No respiro... —expresó Felix, aprisionado por el letal abrazo de su cariñosa y preocupada madre, quien finalmente se apartó al escuchar las regañinas de su familia.

—Tus amiguitos están afuera, también, cariño. —apuntó la Sra. Flynn—. En cuanto el médico nos explique con detalle, les dejaremos pasar por un rato, ¿está bien?

—¿El PP está aquí? —preguntó Felix. De inmediato se dio cuenta de su error, y se corrigió—: Quiero decir, los del club.

—¿Cómo se llamaban...? —pensó el Sr. Flynn—. Bueno, Michael es el hiperactivo, ¿no?

—Ay, ya lo sé. —concordó su madre—. Ni siquiera en un hospital puede comportarse. Él y el chico del mechón en el rostro son mala influencia para ti, cariño. En cambio la chica rubia es muy propia y educada. Y además muy bonita. Me gusta para ti.

—¡Mamá! —reclamó Felix, apenado.

—Bueno, si me lo permitís, explicaré la lesión y los cuidados que se le deben dar. —comenzó el médico.

Felix tragó saliva. El momento de la verdad se le venía encima. ¿Sabría el médico que la herida era producto del corte de un arma? No, ahora que lo pensaba, seguro que los del Project Psique se habían inventado algo.

—Como bien le decía a su hijo, la herida fue superficial. —prosiguió el doctor—. Sólo una parte del músculo fue rasgada, sin llegar a los órganos internos. Ya la hemos suturado, por lo que para mañana el chico podrá caminar y sentarse sin problemas. Evitando esfuerzos, por supuesto.

—¿Y cuánto tardaría en sanar por completo? —preguntó el padre de Felix.

—Unas ocho sema...

El médico se detuvo de repente. Felix, extrañado, alzó la cabeza para averiguar la razón que lo había llevado a detenerse de improvisto.

Como si una onda gélida hubiese entrado a la habitación, al chico le invadió un frío digno del mismísimo ártico. El temor se apoderó de él. Jamás había visto algo como lo que acababa de suceder. O tal vez una vez... sólo una vez...

El tiempo se había detenido.



Felix fue incapaz de apartar la mirada del médico. Como si se hubiese convertido en una inmóvil estatua, se había detenido a media acción. Sus manos, con las que anteriormente había hecho diversos gestos, ahora parecían las de una sólida escultura; y su boca, que ya no dejaba salir ningún sonido, se había detenido en la posición de una perfecta y cómica sonrisa, producto de la pronunciación de la E .

—¿¡Estoy en la zona!? —preguntó en voz alta, atónito, y mirando a todos lados.

La luz parecía normal, por lo que no estuvo seguro de que fuese así. Sin embargo, descartó la opción por completo al ver cómo los relojes de muñeca del médico y del Sr. Flynn seguían avanzando.

—¿Cómo...?

Repentinamente, las cortinas se abrieron de golpe, mostrando una figura vestida de negro. Felix reaccionó inmediatamente poniéndose en posición de pelea, pero el súbito movimiento le hizo sentir un leve tirón en el abdomen, el cual le tomó desprevenido y lo llevó a bajar la guardia.

Nebiros aprovechó el hueco y se colocó frente a la cama de Felix.

(Continúa en parte 2. Programada para 13/08/10)

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