viernes, 1 de julio de 2011

Capítulo 17 - Ruptura (Parte 3)

 Y de pronto, la oscuridad lo engulló todo. Las sombras comenzaron a extender su territorio, tragando por completo la poca luz artificial que iluminaba la solitaria calle. En unos instantes, Felix se encontró rodeado por un negro completamente impenetrable. Y sin embargo, como si se tratara del telón que cae y vuelve a alzarse, las tinieblas se disiparon tan rápido como llegaron.

Pero ya no estaba en la calle contigua al dormitorio. Todo lo que lo había rodeado dos segundos antes había sido arrastrado con la ola de oscuridad; o tal vez, quien había sido llevado hasta allí había sido él. De una u otra manera, no importaba, la situación seguía siendo alarmante.

Estaba en el auditorio del colegio, de eso estaba seguro, incluso si no podía ver bien en la penumbra. No obstante, la apariencia de éste era mucho más tenebrosa y oscura. Las luces estaban apagadas y las puertas cerradas, por lo que Felix no podía ver mucho. Los asientos estaban cubiertos por un polvo grasiento que en la oscuridad parecía ceniza (¿o lo era?) y muchos de ellos estaban rasgados o completamente rotos. El escenario estaba podrido y cubierto por una gruesa capa de tierra y pelusa, al igual que el rasgado telón de color negro.

Embriagado por el valor de aquél que sueña, Felix dio un paso al frente. Al avanzar, notó que había estado parado sobre un líquido negro, espeso y repugnante. Levantó, con asco, su zapato para examinar la suela y sintió naúsea cuando vio el líquido precipitarse lentamente hacia él y descubrir que había objetos sólidos dentro. No tenía ni idea de lo que era, no tenía olor y era de un color negro brillante, era cierto, pero seguía provocándole asco por una razón desconocida.

Felix se limpió su mano manchada de negro con la manga y entonces descubrió que su ropa había sido cambiada por su uniforme: camisa, saco, corbata y pantalón, perfectamente limpios y planchados. La sangre que había manchado su mano durante la pelea de Vince ya no estaba y descubrió sorprendido que la herida también había desaparecido. Asustado, se levantó la camisa y descubrió que la cicatriz que Nebiros le había hecho tampoco estaba.

¿Estoy soñando? No... No sabes que estás soñando cuando estás soñando, ¿no? Porque si supieras que estás soñando al soñar...

Eso es correcto, F. No estás soñando —respondió suavemente una voz que no parecía nacer de ningún lugar.

Ésa era la voz, sin duda alguna. La voz que lo había seguido desde el principio, le había aconsejado, tentado, animado y sacado de problemas. Aquella que lo había deprimido, enfadado y puesto a reflexionar. El demonio o ángel, voz de la conciencia, que había despertado junto con su poder.

¿Eres mi Psique? —preguntó, mientras empezaba a andar por el pasillo en dirección al escenario que, aunque vacío a la vista, seguramente alojaba al dueño de aquella voz.

Puedes decir que lo soy, sí...

Suenas exactamente como yo... ¿Significa que enloquecí?

La Voz dejó salir una risita casi prepotente, para luego responder con un “Quién sabe” en voz baja. Felix no se equivocaba: realmente sonaba igual a él. Era como conversar consigo mismo... ¿aunque no era eso lo que estaba haciendo desde el principio? Pero se sentía tan real, como si estuviese hablando con una persona tan distinta. ¿La gente loca se sentía tan cuerda como lo hacía él en ese momento?

Felix subió al escenario y se paró en el medio tal y como solía hacerlo durante las reuniones y ensayos del club de teatro. Como el suplente de protagonista, había tomado el lugar de su compañero una vez éste se había roto la pierna y había abandonado el club incluso si iba a recuperarse antes del estreno, puesto que se sentía incómodo ensayando mientras estaba herido.

Pero esta vez no había amigos que pudieran equivocarse y relajar el ambiente; o viceversa, reírse de los fallos de Felix. No había ningún Mike fingiendo ser un árbol o la estatua de la fuente. No había ninguna Michelle tomando el papel de la princesa. Esta vez, simplemente y llanamente, no había abosulutamente nada. O por lo menos en un principio...

Las puertas del teatro fueron abiertas de golpe por una fuerte e, inexplicablemente, apestosa corriente de aire. El sonido que provocaron al rebotar contra la pared aterró a Felix a tal grado que saltó a un lado y metió accidentalmente el pie en una tabla rota. Alarmado, alzó la mano y envolvió sus nudillos con su daga de viento, apuntando hacia las salidas. No obstante, no supo si sentirse asustado o aliviado cuando descubrió que éstas no daban al exterior, sino que habían ocultado corrientes, pequeñas cataratas, del mismo líquido negro que inundaba el lugar.

Y de pronto, él estaba allí. Parado a su lado, exhalando su fétido aliento en su cuello y pasando sus fríos dedos por su brazo; observándole con sus interminables ojos de color negro, dirigiéndole una sonrisa maniática...

Era alto, igual que él; delgado, igual que él... Tenía el mismo cabello cayendo en delgados y perfectos mechones, igual que él, aunque éste era completamente negro, como la más oscura noche en aquella ciudad costera, y algo más brillante, como si estuviera grasoso. Todo era igual: nariz, boca, orejas, complexión, cabello, altura, expresión... Una copia exacta, un doppelgänger perfecto, un reflejo sin fallo alguno...

Yo soy tú... —susurró la copia en su oído. Incluso sin verlo, Felix podía sentir su sonrisa, oscura y burlona, dibujada en su rostro. El rostro de ambos.

El chico liberó su pie de un tirón, haciéndose un largo corte y astillándose el tobillo, y se alejó del doppelgänger. Intentó mirarle a los ojos negros, aquella única diferencia aparte del color de su cabello, pero su porte autoritario y su invisible aura de maldad eran demasiado como para sostenerle la mirada.

Pudo notar, sin embargo, que ambos llevaban un atuendo distinto: mientras que Felix había aparecido con el uniforme del colegio, la copia llevaba puesto un largo abrigo de una sola pieza de color blanco con líneas verdes, aparentemente irregulares, formando un grueso cinturón que empezaba en el pecho y terminaba en los muslos. No tenía bolsillos ni cadenas, simplemente dos cordones para sujetarlo del cuello, el cual se alzaba como un cono hasta la altura de las orejas.

—¡Felix! —llamó de pronto una voz femenina que resonó en el auditorio. En cierto sentido, era muy parecida a la del doppelgänger, debido a que no parecía tener una fuente aparente: no obstante, sí era notable una ligera diferencia: esta voz venía de afuera. Como si se tratara de una divinidad hablando, estaba mucho más allá de los límites del teatro, pero era lo suficientemente poderosa para llegar hasta allí.

En el rostro del AntiFelix se dibujó una mueca de rabia. Mientras comenzaba a caminar en dirección a su original, de sus muñecas comenzó a brotar el mismo líquido negro que inundaba el auditorio. Los dos rastros de color negro que dejaba tras de sí comenzaron a crecer a un ritmo alarmante, como si la cantidad de líquido aumentara. El mismo fenómeno comenzó a ocurrir en los asientos sin razón aparente.

—¡Felix! ¡Escúchame y sigue mi voz!

El chico se desplomó en el suelo, aterrado ante la visión que se le presentaba. Su copia perfecta, con dos cataratas de líquido negro cayendo de sus muñecas, caminando hacia él con una expresión desencajada en el rostro. El nivel del fluido había crecido ya bastante, alcanzando la altura del escenario y comenzando a empapar la ropa de Felix.

—¡Recuerda quién eres! ¡Felix Flynn!

Esta es la sangre de este mundo...

—¡No dejes que se apoderen de ti!

El mundo que se rige por mis reglas...

—¡¡Lucha!!

¡Eres un estorbo para este mundo!

Felix abrió los ojos de pronto, tragó una gran bocanada de aire y movió los brazos frenéticamente, creyendo que el demonio aún le perseguía. Se sintió aliviado al encontrarse a sí mismo acostado en el suelo, empapado en sudor y temblante, pero a salvo a fin de cuentas. Afortunadamente, todo había sido una pesadilla. Sólo había sido un mal sueño que había llegado a él durante el tiempo en el que se había desmayado.

Dos manos lo tomaron por debajo de los hombros y lo obligaron a levantarse hasta quedar sentado. Alguien le pasó un termo tibio y sin tapa, del cual bebió sin preguntar nada. El sabor y calor del chocolate le hicieron sentirse un poco mejor y ayudaron a que sus temblantes músculos se relajaran.

Gracias a Dios, seguía en la calle contigua al dormitorio, con todo el Project Psique y algunos rostros desconocidos mirándole, hincados o de cuclillas junto a él. Al enfocar en sus rasgos, descubrió que su cabeza le dolía terriblemente y se llevó la mano a la frente para intentar aliviar el dolor.

—No hagas mucho esfuerzo —dijo una chica de cabello dorado, quien resultó ser quien estaba justo frente a él. Felix se sorprendió un poco al descubrir, tras atar cabos rápidamente, que una estudiante como él pudiese pertenecer al equipo especial que había ido a ayudarlos. La rubia le dedicó una sonrisa consoladora y le colocó su suave mano encima de la suya antes de seguir—: Preocupaste mucho a tus compañeros, Felix Flynn. Aunque bueno, debo admitir que fue fallo nuestro empezar por las preguntas en lugar de los primeros auxilios y las pruebas médicas.

—Per... perdón... ¿te conozco? —susurró Felix débilmente.

—Hmm... Sí, algo así. Tuve que entrar en tu cabeza para despertarte, porque la Sangre Corrompida ya te había infectado bastante a fondo y...

—¡Qué! —soltó el chico, intentando levantarse como por reflejo. Sin embargo, la joven le detuvo al darle un suave empujón en el pecho.

—No te alarmes. No es tan grave como el caso de... —la chica se giró hacia uno de sus compañeros para pedir un poco de ayuda.

—Vince.

—Eso, como Vince —siguió, volviéndose a girar hacia Felix—. De hecho, no estás tan infectado como James, pero debiste usar tu Psique durante un lapso prolongado y esto provocó que la corrupción hiciera efecto más rápido.

—Tú eres la voz que escuché... —murmuró, recordando de pronto cómo lo había salvado de las garras del miedo provocado por el doppelgänger.

—Ajá, ésa fui yo. Ah, y... —la rubia se inclinó hasta quedar mejilla con mejilla con Felix y continuó su frase en un tono mucho más bajo, diciéndosela al oído—... vi todo. Pero descuida, no diré nada sobre la forma que tomó ni...

—¿Viste todo? —interrumpió, alejándola delicadamente de él para poder mirarla a los ojos. Eran cautivantes: grandes, brillantes y de un color azul parecido al de Samantha, aunque un poco más grisáceo y metálico. Por un momento, el chico se distrajo ante lo bonitos que le resultaron, pero sacudió la cabeza y continuó—: ¿Quién eres tú?

—Jacqueline Reese —contestó la chica, tendiéndole la mano amigablemente y sonriéndole una vez más—. Miembro de la rama de encubrimiento y poseedora de Psique Espiritual.

2 comentarios:

  1. Me he leído las dos partes de Ruptura que me faltaban por leer. Como siempre, magnifico y cada vez mejor. Espero con ansias el siguiente capítulo :)

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  2. Hay muchos misterios por resolver aun... Pero llegados a este punto, solo me queda esperar con ganas el siguiente capítulo.
    Sigue así, que la historia cada vez atrapa más~

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