domingo, 9 de enero de 2011

Capítulo 14 - De mal a peor (Parte 1)

¡Uf! Cuánto tiempo, ¿verdad? Últimamente me encontré con lo que me gusta conocer como Síndrome de Depresión Vacacional. No depresión emo, sino depresión de "Groar, no quiero hacer nada hoy". Me la he pasado haciendo cosas no provechosas y perdiendo el tiempo como nunca, pero me ha servido para comenzar con más ganas que antes. ¡He escrito este cap en escasas 5 horas! (sí, la parte 2 ya está escrita también).

Y bueno, sin más, aquí dejo el capi. Como siempre, clasificación T de Tremendamente Sugestivo. No olvidemos que Mike tiene una boquita un poco especial, la cual suele ser muy contagiosa en momentos de estrés (¡es la primera vez que Michelle maldice! Qué ternurita~)



Capítulo 14 - De mal a peor:

Johnson. Hay un asunto que quisiera discutir contigo.

Esa frase no había abandonado la mente de Felix desde el momento en que la había oído. Ahora, recostado en su cama, viendo nada más sino las tablas que sostenían el colchón de Mike sobre su cabeza, aquella oración seguía resonando en sus oídos.

—Johnson. Hay un asunto que quisiera discutir contigo.

James iba en serio. Se había notado de inmediato. No era necesario conocer al muchacho para darse cuenta de que estaba furioso. Más que furioso, de hecho, sólo que Felix no encontraba un adjetivo para describirle.

Recordaba cada detalle de la escena, grabada en su mente debido al miedo que le había provocado. Y sí, había tenido miedo. No se avergonzaba en admitirlo (aunque sólo él sabía lo que pensaba, de todos modos). Cualquiera, poseedor de Psique o no, lo hubiese tenido; aunque Felix obviaba que si perteneciera al último de éstos dos seguramente hubiese mojado sus pantalones.

Y es que James realmente había lucido aterrador. El chico no paraba de temblar, pues era casi incapaz de contenerse. Sus nudillos habían tomado una pálida tonalidad debido a la fuerza con la que había mantenido los puños cerrados y sus ojos, que habían cambiado del verde al negro (seguramente debido a su Psique) reflejaban furia en su más puro estado. Además, el hecho de que hubiese estado despidiendo niebla oscura no lo hacía ver más amigable.

Si él había tenido miedo, se preguntaba cómo se sentiría Mike, quien se encontraba a solas con él en la sala de conferencias del tercer piso “discutiendo el asunto”.

Después de ver a Vince sosteniendo el brazalete de metal que esa misma mañana les había arrastrado a la zona, Felix estuvo casi seguro de que James iba a darle una regañina a Mike por haber robado dicha tecnología. Se suponía que debería transportar a la zona a todo individuo que estuviese en contacto con ella, pero aún estaba en desarrollo, aunque a Felix le quedaba más que claro que funcionaban perfectamente.

¿Qué repercusiones tendrían las acciones de Mike? ¿Eran realmente graves? ¿Había desobedecido a sus amigos o también las reglas del colegio? O peor, ¿reglas gubernamentales? ¿James se lo dejaría pasar o le castigaría por ello? ¿Si fuese así, qué castigo tendría en mente? ¿Tareas extras? ¿Duplicarle el tiempo de entrenamiento?

¿...expulsión?

Había demasiadas preguntas para pensar, por lo que Felix suspiró y se levantó de la cama. Acarició la cabeza de Chase, que había estado acurrucado junto a él todo el tiempo, y caminó hasta la puerta. Una vez abierta, el chico se sorprendió al encontrarse con Samantha, quien tenía el puño en alto como si hubiese estado a punto de tocar.

—Sam, ¿qué haces aquí? —inquirió Felix.

—Venía a hablar contigo... sobre lo de Mike. —respondió la chica.

—Ah... Ya te has enterado, entonces... —dijo el muchacho, desviando la mirada y disminuyendo el volumen de su voz sin darse cuenta.

Todos se han enterado —corrigió Samantha—. Ha metido la pata. Hasta el fondo.

—No necesitas decirlo dos veces. —coincidió Felix, abriendo la puerta por completo y dejando a la rubia pasar.

—Así que así luce la habitación de un chico... —murmuró, después de unos segundos de completo silencio.

—De un chico y de algo que ciertamente no es humano. Y no estoy hablando del gato —rió Felix—. Espera, tú ya habías entrado. —señaló, después de recordar cuando todos habían elegido armas blancas y Chase se había colado al dormitorio.

—Bueno, sí... Pero nunca le había puesto atención.

—Además, tienes un hermano varón. —añadió F.

—Que valora mucho su privacidad —terminó la rubia por él. Tras echarlo una última ojeada al lugar, agregó—: Luce bien...

—Juro que la foto de la chica semidesnuda no es mía. —apuntó Felix con una sonrisa en el rostro, recordando que Mike conservaba un póster con una exuberante pelirroja en bikini al lado de un auto deportivo plateado.

Desde que había llegado al dormitorio, Felix se había esforzado para sentirse cómodo en su habitación. Al principio sobre el escritorio sólo reposaba un ordenador (y unas cuantas envolturas de patatas, caramelos y varias latas de refresco o bebidas energéticas), pero ahora había un gran montón de libros que el muchacho leía por gusto, varias hojas de papel en blanco y una caja llena de bolígrafos, lápices y otras cosas. También había puesto sobre el mini-refrigerador una canasta siempre llena de fruta y una jarra de agua con varios vasos.

Por otro lado, en las paredes que en un principio sólo alojaban el póster de Mike, algunas gorras, un calendario y una diana, Felix había colgado una foto de él su familia en la nieve, un afiche que anunciaba una película de zombies, una pequeña pizarra para organizarse y un cartel de la obra del colegio en la que pronto participaría como protagonista.

Además, recientemente había colocado un canasto con un almohadín al lado de la cama, donde Chase podría dormir si se le antojaba entrar a la habitación.

—“Aquel hombre que ha cometido un error y no lo corrige ha cometido un error mayor”. —recitó Samantha, mientras se sentaba en la cama.

—¿Hmm...?

—Confucio lo dijo. Y creo... que aplica para Mike.

—¿Crees que... es grave? —cuestionó el muchacho, sentándose junto con su compañera. Chase se levantó de inmediato y se acomodó en su regazo.

Samantha asintió con la cabeza.

—Esta organización no la creó el padre de James. De hecho, él perteneció cuando tenía nuestra edad. Esto es obra del gobierno.

—Eso lo sé, pero...

—Entonces debes saber que no son reglas del Project Psique, sino reglas del gobierno de los Estados Unidos.

—Sí, pero...

—Si lo ves desde esa perspectiva, Mike es un delincuente ante la ley. Y considerando que esto es un secreto nacional, el castigo sería grande en caso de que esto saliera del dormitorio.

Felix se quedó en silencio. Samantha tenía razón. En todo. Tal vez si Mike hubiese pedido permiso para tomar los brazaletes, o si los hubiese devuelto tras disculparse...

—“Aquel hombre que ha cometido un error y no lo corrige ha cometido un error mayor” —repitió Felix—. Jodidamente cierto.

Chase ronroneó mientras Samantha le acariciaba el lomo. Realmente era un gato tranquilo. Tal vez estaba consciente de que todo lo que pasaba dentro de ese edificio era demasiado serio y no quería molestar a los chicos con otras preocupaciones.

¿Realmente todo era serio...? ¡Claro que no! Cuántas veces había reído Felix dentro del dormitorio. Cuántos recuerdos llegaban a su mente cada vez que pasaba el rato con Mike; cada vez que pensaba en Michelle, se encontraba con Vince en los pasillos, Samantha le hacía alguna bromilla o James le regañaba por algo... Mierda, incluso cuando la actitud apática y en ocasiones pasota de Ethan le sacaba de sus casillas o cuando recordaba que le esperaba una bonita inyección en la palma de la mano cada miércoles por la tarde.

Tal vez Felix Flynn podría ser el protagonista de una película o videojuego si se lo propusiera... pero también era un estudiante de preparatoria. A cada segundo le rodeaban amigos, amores, abusones, deberes, exámenes, proyectos, reuniones, comidas y salidas...

—Dime... ¿Irías conmigo al centro comercial conmigo alguna vez? —preguntó Felix, casi sin pensarlo. Samantha se sorprendió por el cambio de tema, pero luego sonrió y asintió:

—Por supuesto.

—Quiero decir... es que... nunca he ido.

—¿¡Qué!? —exclamó la chica—. ¡No puede ser posible que no hayas ido siquiera una vez desde que llegaste a la ciudad!

—Tampoco he nadado en la laguna. ¿Hay lagartos?

—No en la sección para turistas. Aunque bueno, si llega a haber un huracán y sube la marea... ¡Pero qué suerte hemos tenido este año! Ni una sola tormenta ha azotado la playa.

—Bueno, si me pongo en plan pesimista, Bonnie tocó la península en verano y Nicole estuvo muy cerca hace unas semanas...*

—Ba-su-ra. —rió Samantha, poniéndose de pie con una sonrisa en el rostro. Felix la imitó, olvidando por un momento que tenía un gato negro felizmente acurrucado sobre sus piernas. Chase, espantado, clavó sus garras en Felix durante unos instantes, para después bajar de un salto. Por miedo a pisar al animal, el chico intentó hacer una pirueta y perdió el equilibrio, por lo que, olvidándose de que tenía una suave cama a sus espaldas, intentó agarrarse de Samantha para no caer.

Felix no pudo evitar ruborizarse al notar que tenía a la rubia sobre él. Y lo peor: en su cama. ¡Incluso parecía que estaban abrazados! Samantha levantó la cabeza y su mirada se encontró con la de su amigo. Sus mejillas se tiñeron al insante. Dios, Felix no quería pensar en qué pasaría si...

—¿¡Qué estáis haciendo!? —chilló Michelle desde la puerta, la cual Felix y Samantha, por desgracia, habían olvidado cerrar.

Exactamente lo que estaba pensando. ¡Te lo agradezco, Murphy! —pensó el chico, mientras sentía como Samantha se sentaba (aunque no se levantó de él en ningún momento) de inmediato. La chica se apartó el cabello de la cara antes de decir:

—¡Esto no es lo que parece, Michelle!

—¡Eso! —gritó Felix, siendo incapaz de levantarse.

—¡Pero si los dos estáis completamente rojos!

—¡Es porque nos interrumpiste! Oh, eso no está bien...

—¡Felix! —exclamó Samantha, girándose hacia el chico.

—¡Hablo de la conversación! ¡Interrumpiste la conversación! —añadió el chico rápidamente, agitando los brazos—. ¡Sólo estábamos hablando!

—¡Entonces explícame por qué Sammy está montada sobre ti!

¿Montada...? ¡No jodas!

Sí, Felix y Samantha habían terminado en la peor posición posible. Si hubiese necesidad de llamarla de alguna manera, bien podría ser “de vaquera”. Huelga decir que la rubia se levantó de inmediato, a la par que soltaba un gritito.

¡¡Todo tiene que pasarme a mí!!

—Ay, Dios... —murmuró Michelle. La chica respiró profundo y luego continuó—: Me parece bien que hagan esto, pero va contra las reglas del dormitorio. No, espera, no debe parecerme bien. ¡Samantha tiene sólo trece, Felix! ¡Y tampoco es como que tú y yo seamos muy mayores para eso!

—¡No es eso! —gritó el chico, intentando bajarse de la cama y ponerse de pie de un salto. Sin embargo, debió invertir el orden en algún momento, porque se dio un fuerte golpe con la cama de Mike y volvió a caer sobre el colchón.

—Es verdad, lo juro. Felix y yo sólo estábamos hablando y terminamos en la cama porque... —las mejillas de Michelle adoptaron el color de un tomate cuando escuchó la frase—. ¡No en ese sentido!

—Michelle, yo... —intentó decir el chico, sentándose en la cama y frotándose la coronilla.

De pronto, Felix se interrumpió al escuchar de pronto una puerta azotar contra algo. Varios pares de pies se apresuraron a bajar por la escaleras, por lo que el chico pudo escuchar. ¿Serían James y Mike? ¿Pero por qué...?

—¡Espera, James!

Felix se levantó rápidamente de la cama (esta vez lo hizo exitosamente) al escuchar a su amigo. Sus sospechas eran ciertas. Finalmente el par había terminado su improvesada reunión, pero por lo que podía entenderse, Mike no estaba de acuerdo con la decisión de James.

—No, Johnson, esta vez no. ¡Ésta ha sido la última vez!

—¡Pero no puedes guardar todo así como así!

—Claro que puedo y eso es lo que haré. Por si lo has olvidado, soy el líder en caso de que mi padre o Robinson se ausenten.

Los tres chicos se miraron entre ellos, como preguntándose el uno al otro si era una buena decisión salir de la habitación o si era más sabio permanecer dentro. Samantha seguramente era consciente de a qué nivel podría llegar el enfado de James, pues era uno de los miembros más antiguos (hasta donde Felix sabía, había entrado al mismo tiempo que su hermano, y la única persona con más tiempo en el PP que Ethan era James). No obstante, era la primera vez que Felix le había visto así. Por otro lado, Michelle, que era la más nueva en el grupo y no le tenía mucha confianza a James...

—¿Deberíamos...? —preguntó Felix, impacientándose al escuchar cómo Mike no paraba de reclamar. ¿En qué consistía el castigo? ¿”No puedes guardar todo así como así”?

—Id vosotros —pidió Samantha—. No creo que James se atreva a gritarle a la estrellita del grupo...

¿Estrellita...?

—A mí ya me tiene la suficiente confianza para eso —añadió la chica, a la par que se sentaba en la cama de Felix—. Prefiero quedarme aquí hasta que se le pase. Prometo no abrir tu armario y cajones. —Samantha guiñó un ojo y luego soltó una risita.

—Vale pues. Vamos, Michelle. —apremió Felix, dándole un ligero empujoncito a su amiga para que saliera por la puerta. Tras dejar a Samantha sola en la habitación, los dos chicos caminaron hacia el final del pasillo y, tras dudar unos segundos, bajaron la escalera hacia la recepción.

Ambos se sorprendieron al encontrar el lugar completamente solo. Tan vacío y silencioso como solía estarlo cuando Felix bajaba por las mañanas. ¿Pero entonces a dónde habían ido James y Mike? Estaba seguro de que no los había escuchado subir de nuevo. ¿Dónde podrían haberse metido...?

—¿En el gimnasio, tal vez? —teorizó Michelle cuando Felix formuló su pregunta en voz alta—. No parece que estén en la cocina y la puerta principal sigue cerrada. —señaló con la mano los múltiples cerrojos que mantenían seguro al dormitorio.

—“No puedes guardar todo...” —repitió Felix. Golpeó la palma de su mano con el puño, para aclarar que había dado con ello—: ¡La bodega!

—¡Pero claro! —Michelle se apresuró a entrar por el hueco entre las escaleras y la pared, allí donde se encontraba la puertecilla que daba al sótano del dormitorio—. Sí, está abierto.

Felix tragó saliva al recordar la pequeña aventura que había tenido hacía un poco más de un mes allí dentro, donde había conocido lo que Vince se enorgullecía de llamar “Mario”: un sandwich conservado en formol, dentro de un frasco que alguna vez fue de mayonesa.

Un escalofrío recorrió al chico al recordar por un momento el olor y la sensación del formol en su cuerpo.

—No voy a entrar allí.

—¡Oh, vamos, F! —se quejó Michelle—. De todos modos tendrás que entrar alguna vez.

—Sí, lo haré. Será mi primer objetivo para el 2011, de hecho. Pero por ahora paso.

—¡Felix! —sin darle tiempo a rechistar, la chica le tomó de la muñeca y le jaló al interior. Al final el muchacho decidió que sí quería saber qué sucedía allí dentro, por lo que se dejó guiar por Michelle.

Las luces que ya estaban encendidas y una puerta de metal entreabierta al fondo dejaba en evidencia que alguien había pasado ya por allí.

—¿No es esa puerta el refugio nuclear? —preguntó Felix, recordando que el dormitorio contaba con uno en caso de huracán, tsunami y otros desastres naturales. O en el peor de los casos, podría hacer alusión a su nombre y protegerles de un desastre “artificial”.

—El refugio está a tu derecha. Esa puerta da a la bodega de armamento y tecnología, a la que sólo se puede entrar con un código de seis dígitos.

Felix hizo una mueca al darse cuenta de que Michelle sabía más sobre el dormitorio que él. No obstante, muy pronto le restó importancia al asunto al decirse a sí mismo que era sólo porque prefería no entrar al sótano. No podía ser el novato de nuevo, ¿no?

De pronto la puerta se abrió de par en par, mostrando a James y a Mike en el interior. Éste último se apresuró a salir, puesto que una niebla negra había comenzado a llenar la bodega. James, por otro lado, simplemente extendió las manos y la oscuridad se disipó, mostrando a una tercer figura.

—¿Vince? ¿Qué haces aquí? —cuestionó Michelle.

—Me ayudaba a guardar toda la tecnología y armas en posesión de Johnson —explicó James—. Revólveres, comunicadores, detectores de portales... Todo.

—¿Pero por qué? —preguntó Felix.

—Ese será, por lo pronto, su castigo —continuó James. Esperó unos segundos a que Vince saliera, para después cerrar la puerta y activar la alarma—. Hasta que el director decida qué hacer con él, se le prohibirá tocar tecnología o usar su Psique sin permiso

Felix se quedó en silencio. Así que ése era el castigo... Después de todo las acciones de Mike se habían tenido consecuencias, y las seguirían teniendo.

—Pero bueno, habéis llegado en el momento justo. Flynn, Rivers, necesito que “le hagáis compañía” a Johnson mientras da un paseo a la oficina del director —James se metió de pronto la mano en el bolsillo del pantalón y sacó un sobre pequeño, del tamaño de una tarjeta de crédito, de color amarillo cremoso—. Miller, tú, por otro lado, irás con ellos para entregarle esto a mi padre.

Vince asintió con la cabeza.

—Flynn, tú serás el líder de campo de esta misión. Espero un buen trabajo de vuestra parte. —acto seguido, James abandonó la bodega.

—Disfruta burlarse de mí, ¿no lo crees? —señaló Mike, quien comenzó a caminar por su cuenta. El resto le siguió de inmediato.

—Tiene todo el derbecho —dijo Vince, mientras subían por las escaleras de la bodega, para luego corregirse—: Derecho.

¿Qué?

—Tú cierra el pico. Lo menos que quiero hacer ahora es escuchar tu voz de perra chismosa.

—¡Mike!

—¡Pero es cierto! —acusó Mike, sin detener su caminar—. ¡Ese imbécil le fue con el cuentito a James y...! —el chico soltó un gruñido ininteligible y se apresuró a buscar su tarjeta para abrir la puerta del dormitorio. Felix vio su mochila abandonada en el sillón y decidió que sería mejor guardar algunos libros, por lo que se la puso al hombro.

—No le culpes. Lo que estabas haciendo fue... —intervino Felix, una vez volvió al lado de Mike, pero su amigo le interrumpió apenas empezó a hablar.

—¡Ah, ahora estás de su bando! —Mike abrió la puerta de un tirón y bajó los escalones de la entrada de un salto.

—No hay bandos, Mike —dijo Michelle—. Todos somos un equipo y...

—¡Si fuéramos un equipo, ése idiota no hubiera ido a soltarle el chisme a...!

—¡Mike! —le detuvo Felix—. Ya basta.

—¡Como sea! —Mike se desvió de su camino y echó a andar por la calle entre el instituto y el dormitorio.

—No intente escapar. Intentes. —expresó Vince.

—¡Es un atajo, idiota! ¡Por si no lo sabes, el insti tiene dos malditos estacionamientos, uno de cada lado!

—¡Deja de insultarle, Mike!

De pronto, Vince tomó a Mike por el cuello de la camisa y le obligó a girarse. Con una fuerza tremenda, le levantó unos centímetros del suelo.

—¡Vince, tú tampoco empieces! —gritó Felix, recordando cómo algo muy similar había sucedido esa misma mañana y había provocado que Michelle se enfadara como nunca.

—Ahora... Vince no se detiene... —murmuró el jugador de fútbol, alzando a Mike, quien no paraba de toser, hasta donde sus brazos se lo permitieron. Felix pensó que algo fallaba, pues aunque Vince perteneciera al equipo, no era precisamente un monstruo deportista, por lo que esa manifestación de fuerza era imposible para él.

¿Qué está pasando?

—¡Felix! —llamó Michelle, señalando a Mike con la mano.

Entre gemidos, el chico separó sus manos de las de Vince (pues había estado intentando apartarle de su cuello) y se las llevó al estómago. En su rostro se dibujó una extraña mueca que alarmó de inmediato a Michelle:

—¡Va a vomitar!

De pronto, Mike salió despedido por los aires. Cayó al suelo con un golpe sordo y no se levantó. Michelle se cubrió la boca, en una muestra de horror y preocupación. Felix, por otro lado, fulminó con la mirada a Vince. Algo andaba mal, muy muy mal...

1 comentario:

  1. Vale, lo último me dejó sorprendido...¿Qué carajo le pasa a Vince? O.O

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