jueves, 9 de diciembre de 2010

Capítulo 13 - Consecuencias (Parte 1)


Capítulo 13 - Consecuencias:

Miranda Jacobs movió con cuidado las pertenencias que llevaba dentro de su mochila, estilo mensajero y de colores negros y rosados, intentando hacer espacio para que cupiera su libro de Lengua. Una vez logrado, cerró ésta y se la puso en el hombro. Antes de cerrar la puerta de casillero, se acomodó el cabello y el moño morado que lo adornaba. Luego echó a andar por el pasillo.

La chica hizo todo esto ignorante a que Felix Flynn la observaba detenidamente, escondido detrás de otra fila de casilleros.

Miranda continuó andando, por lo que Felix se vio obligado a dejar su escondite y seguirla por el pasillo. Intentó andar tras ella con toda naturalidad y sin llamar en absoluto su atención. La chica escuchó de inmediato su caminar, así que giró su cabeza y le estudió por completo con una mirada helada... y luego continuó su camino.

—“Vamos, F, sólo necesitas tocarla y ya. ¿Un descuidado tropiezo, tal vez? ¿O un amigable saludo?

Felix se aclaró la garganta y aceleró el paso. Aún no lo tenía decidido, pero pensó que lo que debiera hacer saldría naturalmente al final. Podría saludarla y... No, mejor simplemente “chocaría” con ella. Sí, además así se ahorraba la vergüenza por intentar romper el hielo.

—¡Eeeeeeeee...!

—“Oh, no... ¿Pero qué demonios?”

—¡...eeeeeeeeee...!

—“Qué. Demonios.”

—¡...eeeeeeeeee...!

—¡Mike! ¡Cállate! —cortó Felix, girándose de golpe hacia su amigo, que venía por el ya no tan solitario pasillo. El siempre entusiasmado joven caminaba campante con una sonrisa de oreja a oreja, con una mano sosteniendo su mochila, del mismo estilo que la de Miranda, y con la otra jugueteando con un bolígrafo.

—...ef. —terminó el chico, a la par que llegaba junto a su amigo. Sin dejar de sonreír, inquirió—: ¿Por qué el mal rollo, hermano?

Felix dirigió su mirada hacia Miranda. Mike lo notó rápidamente y le imitó. Ambos muchachos notaron que la chica, curiosa, había girado la cabeza para ver qué era lo que pasaba, sólo para encontrarse de nuevo con su acosador de antes y su amigo friki.

—Ah, perdón, él sólo estaba... —Felix intentaba excusarse, haciendo lo posible para que por lo menos Mike fuera el único en quedar en ridículo. No obstante, Miranda le detuvo con un par de ojos tan gélidos como el mismísimo Ártico.

—Ajá. —cortó la chica. Acto seguido, se giró una vez más (maravillando a los chicos con el movimiento de su cabello, cabe decir) y se perdió tras dar vuelta en otro pasillo.

Sin decir nada o mover su cuerpo un centímetro, Felix le dio un fuerte puñetazo a Mike en el hombro.

—¡Eh! ¿Y eso por qué ha sido? —reclamó, apartándose y frotándose allí donde Felix le había golpeado, intentando amainar el dolor.

—Por ser un perfecto idiota. —respondió su amigo, a la par que comenzaba a caminar en dirección hacia el lugar donde Miranda había dado la vuelta. Mike le siguió de inmediato.

—Ah, ya veo... —rió—. Tienes gustos muy refinados, ¿no?

—¿Mmm? —murmuró el otro chico, dirigiendo su atención hacia su amigo, pero sin dejar de caminar.

—Digo, ¿realmente tenías que fijarte justo en ella? —continuó Mike.

—¿De qué...?

—¡Pero está bien! Claro: Bonita, inteligente, rica... ¿A quién no le gustaría una chica como ella? Toda la escuela la conoce, como si fuera poco.

Felix se detuvo de golpe, a unos pasos para dar la vuelta en el pasillo, y giró la cabeza. Mike le imitó de inmediato.

—¿Pero de qué estás hablando? —preguntó el primero, ignorando lo que Mike quería decir en realidad.

—De que te gusta Miranda, por supuesto —continuó Mike—. ¿Por qué estarías acosándola, entonces?

—¡No la estoy acosando! —se defendió Felix. Mike alzó una ceja, por lo que el chico se corrigió—: Bueno, tal vez sí la estoy acosando, ¡pero no es por eso!

—¿Por qué, pues? —cuestionó el joven, sin creerse ninguna palabra que Felix decía.

—No puedo decirlo —dijo, aunque, después de pensarlo un segundo, añadió—: No hasta la comida, por lo menos. Supongo que comerás aquí hoy, ¿no?

—Es costumbre, sí. ¡Pero vamos! ¿Por qué no me dices? Soy tu mejor amigo, ¿no?

Felix levantó una ceja, imitando el gesto que Mike había hecho hacía unos segundos, y sonrió de manera burlona. Dejando la pregunta en el aire, el chico continuó caminando por el pasillo. Su amigo refunfuñó y caminó tras de él.

—¡Viejo, vamos! ¿Si no soy tu mejor amigo, entonces quién?

—No sé. ¿Ethan? —respondió, encogiéndose de hombro

—Sí, claro —concordó Mike, de manera claramente sarcástica. Felix coincidió con él de nuevo al asentir con la cabeza, sin girarse o detener su caminar. Tras llegar a las escaleras hacia la segunda planta, el par de chicos pudo ver una bolsa de mensajero de tonos rosados desaparecer en una de las aulas: la de Miranda.

—¿Viste eso? —preguntó Mike, señalando la puerta abierta. Felix asintió en silencio con un simple gesto con la mano. Ambos bajaron la escalera intentando hacer el menor ruido posible. Sigilosamente, se colocaron a un lado de la puerta. Después de otro gesto por parte de Felix, el par irrumpió súbitamente en el aula.

No había nadie.

—¿Qué? —soltó Felix, extrañado y alarmado a la vez—. ¡Estaba justo aquí! ¿Cómo es posible?

—¿Por qué la estás acosando, de todos modos? —inquirió Mike, curioso, mientras cerraba la puerta detrás suya. Felix le ignoró y se apresuró a comprobar la segunda entrada del aula, en la parte trasera.

—Cerrada. —señaló, acompañado por el click-click de la perilla bloqueada. Rápidamente corrió hasta donde estaban las tres ventanas, protegidas por persianas, y se sorprendió sobremanera al notar que también estaban cerradas. Recorrió el salón de un lado a otro, siempre observado por el extrañado Mike. Nada, no había nada por ningún lado.

—Pero, sin importar que fuera la niña Jacobs, había alguien aquí... Y eso me preocupa —apuntó Mike, separándose de la puerta—. Déjame sólo...

Mike guardó silencio. Alzó su mano, que comenzó a brillar con la usual tonialidad azul celeste.

—¿Qué haces...? —le cuestionó Felix, viendo cómo examinaba toda la habitación, seguramente con su segundo párpado cerrado.

—Un truco —respondió—. Me lo enseñó James hace unos días. Supuestamente sólo él e Ethan pueden hacerlo.... —Mike continuó alumbrando el aula con su mano, a manera de linterna.

—¿De qué se trata? —inquirió Felix, cerrando su segundo párpado también, aquel tejido transparente que cubría su pupila y le permitía ver otros tipos de luz, incluida la que pasaba por la zona. No hubo ningún cambio en la habitación.

—Rastros —continuó Mike—. Según James, cada olor o mancha que esté en la zona reacciona con tu Psique, siempre y cuando estén compuestos por materia terrestre, y se vuelve visible a tu segundo párpado. Creo que requiere que tu tejido se desarrolle aún más, o algo. Yo no veo nada, por ejemplo.

—Déjame intentarlo. —pidió Felix. Mike cubrió su mano con su saco a manera de respuesta, dándole el “sí” a su compañero.

—Alumbra tu mano. Como si fueras a sacar tu Psique, pero a un nivel más bajo.

Al primer intento, Felix disparó una pequeña ráfaga que movió las persianas. Su marca se iluminó, pero era la tenue luz que aparecía siempre que emergía su Psique o tocaba a un poseedor, por lo que (según Mike) requería de más potencia para hacer reaccionar la materia terrestre.

—Tal vez necesitas más concentración, novato. —se burló Mike, mientras observaba divertido a su amigo. Felix lo intentó de nuevo, pero falló de nuevo; no obstante, la corriente de aire fue mucho más leve, y no movió nada salvo el cabello y saco del muchacho. Por tercera vez, el muchacho lo intentó, concentrándose fuertemente en el nivel justo de energía que era necesario expulsar.

De pronto, la mano de Felix comenzó a brillar con más potencia con la que había brillado jamás. Superaba por mucho a la de Mike, que proporcionaba la misma luz que una bombilla pequeña; la de Felix, por otro lado, iluminaba tanto como uno de las farolas de un auto. Al instante comenzaron a surgir manchas en el piso del aula.

—¡Hecho! —exclamó Felix, victorioso.

—¡Perra! ¿Cómo hiciste eso? —le preguntó Mike, acercándose a él, sin ocultar la envidia que emanaba de él. Felix se encogió de hombros y levantó aún más la mano, iluminando casi la totalidad del aula—. ¡Viejo, apaga eso! —añadió el chico, cubriéndose los ojos para que el brillo no le cegara. Su amigo negó con la cabeza y comenzó a caminar por todo el aula.

Luego de haberle dado la vuelta a la mesa del profesor y haber rondado varias veces entre las filas de bancos, Felix se recargó en la puerta cerrada del aula. Bajó la cabeza y se frotó la frente, como queriendo aclarar sus pensamientos. Mike se sentó en una silla y esperó pacientemente, sin interrumpirle en ningún momento.

—Creo que... —empezó Felix, pero se detuvo casi de inmediato. Tragó saliva y agitó su cabeza mientras gemía, en un intento para despejar su mente y ordenar lo que tenía que decir. Tras dejar escapar un audible suspiro, continuó—: Podemos asumir que Miranda utilizó la zona para escapar. Mira estas nubes de color lila —Felix señaló varios trozos del suelo con su índice—. Perfume.

—Y muy aniñado, por lo que dices. —coincidió Mike, para después dejarle que continuara.

—Estamos prácticamente seguros de que la vimos entrar a esta aula —tras disminuir la potencia de la luz de su marca, Felix comenzó a caminar en círculos mientras se frotaba el mentón—. A los pocos segundos entramos por la única puerta, pero no había nadie. No hay salida alguna. A menos claro, que la chica tenga una llave y haya escapado por aquélla —señaló la segunda salida— y después la haya cerrado por fuera; algo que, además de ridículo, veo poco probable.

Mike se levantó de la silla y se colocó junto a su amigo, que en ningún momento había detenido su andar.

—Así que... —apremió.

—Si decimos por un momento que ella es la poseedora, entonces estoy seguro que escapó usando la zona. —finalizó Felix, quedándose quieto y cruzándose de brazos, esperando alguna respuesta por parte de Mike.

—¿”Si decimos que ella es la poseedora”? —repitió Mike, mirándole extrañado. Felix recordó de pronto que aún no le había contado a su amigo sobre el nuevo poseedor de Psique de la escuela, que bien podría ser Miranda Jacobs, que se les acababa de escapar, o Leo Anderson.

—Lo explicaré después. —contestó Felix, indispuesto a decir una palabra más.

—¿Entramos a la zona, pues? —sugirió su amigo.

—No lo creo —cortó Felix de inmediato—. Además de que ya ha pasado bastante tiempo desde que vimos a Miranda, esta mañana gastamos un buen monto de tiempo. ¿Recuerdas?

Mike se quedó cabizbajo y en silencio al recordar el incidente que había ocasionado horas atrás. Tras haber robado tecnología en desarrollo y haber arrastrado a sus amigos a la zona, había hecho enfadar a Vince y, aunque ésta no lo mencionara, a Michelle.

—Viejo, sabes que... —iba a decir, pero se interrumpió y cambió súbitamente de tema, al igual que de expresión—: De todas formas, ¿cómo eres capaz de ver los rastros? Dices nubes moradas, pero yo sólo veo manchas blancas.

—No sé —respondió simplemente Felix, sacándose una guanteleta negra del bolsillo y colocándosela en la mano derecha, donde su marca aún brillaba de manera tenue. Tras abrir de nuevo la puerta, añadió—: Tal vez necesitas más concentración, novato.

Felix le guiñó un ojo mientras salía al pasillo. Mike, murmurando algo como “suerte de principiante” y “perra” varias veces, se metió la mano, también brillante, en el bolsillo de su saco antes de acompañar a su amigo.

El pasillo estaba tan vacío como un pueblo fantasma, debido a que la campana de fin de clases había sonado hacía ya bastante tiempo. Apenas se escuchaban ecos de ruidos lejanos, como casilleros cerrándose en el último piso o el usual alboroto de los alumnos en los jardines, que era apenas capaz de colarse por las rendijas de puertas y ventanas.

Felix estaba a punto de cambiar su decisión y quitarse la guanteleta para continuar siguiendo el rastro presuntamente dejado atrás por Miranda, cuando escuchó unos pasos acercarse por el pasillo. Rápidamente cerró la puerta del aula que Mike había dejado abierta; por otro lado, éste último se sacó la mano del bolsillo, puesto que la punta de su saco brillaba un poco, y la metió en el del pantalón, donde la luz no era visible en absoluto.

—Pero qué coincidencia... —murmuró Felix, a la par que contemplaba a Leo Anderson acercándose por el pasillo. Aparentemente iba completamente solo, y absorto en sus pensamientos, por lo que podía verse en sus ojos, que bailaban de un lado a otro. Una mano tamborileaba en su pierna, mientras que la otra jugueteaba con su bufanda de color verde.

—¿Uh? —balbuceó el chico, al darse cuenta de que dos alumnos le observaban con interés. Se quedó un momento sosteniéndoles las miradas, para después señalar—: Felix Flynn, ¿no?

Mike miró a su amigo con curiosidad, preguntándose cómo conocería ese chico, que parecía tan perdido como un oso polar en el desierto. Felix le devolvió la mirada y se encogió de hombros; luego se dirigió a Leo.

—Leo, ¿qué tal? No estarás...

—¿Perdido? —interrumpió el chico—. Por desgracia, lo estoy.

—Pero qué pedazo de idiota. —rió Mike por lo bajo, algo que Felix desaprobó con una mirada fulminante. El chico guardó silencio, pero no borró la sonrisa de su cara.

—¿Qué estás buscando? Tal vez podamos ayudarte —dijo Felix—. Ah, por cierto. Éste de aquí es Michael Johnson, aunque prefiere que le llamen Mike.

—Es que así me llamo. —gruñó el mencionado, para después saludar a Leo al agitar la mano.

—Es mi compañero de habitación. —añadió F.

—¡Y su mejor amigo! —apuntó Mike. Felix, apenado, se llevó la palma de la mano a la frente. Leo dejó escapar una risita antes de continuar:

—Sí, bueno, un gusto. Esto... Estaba buscando mi casillero... —Leo llevó su mano al bolsillo de su pantalón. Luego de buscar entre sus contenidos por varios segundos, sacó un trozo de papel de color amarillo. Leyéndolo, Leo continuó—: 440. ¡Pero es que es bastante extraño! ¡Cuando llego al 439...!

—¿Se lo salta? —terminó Felix, sonriente.

—¿Y en su lugar está el 273? —añadió Mike, con una expresión muy parecida a la de su amigo.

—Bueno... Sí.

Felix y Mike dejaron salir un “Aaah” de comprensión al mismo tiempo. Felix le hizo un gesto con la cabeza a su amigo que Leo no llegó a comprender. Mike se encogió de hombros.

—No te preocupes —comenzó Mike—. Es inexplicable por qué les cambiaron las puertas a esos dos casilleros. Pero para el sistema seguirá siendo el 440.

—¿Me quedo con el 273, entonces? —Felix asintió con la cabeza—. ¡Ah! ¡Muchas gracias por vuestra ayuda!

—No fue nada. —contestó F.

—Cuando quieras. —respondió Mike.

—Permitidme compensároslo... mañana —continuó Leo, para después reírse de manera un poco nerviosa—. Sucede que mi presupuesto no está muy flexible hoy. ¿Desayuno el viernes, tal vez?

—Oh, no podríam... —iba a decir Felix, pero un entusiasta Mike, con la voz casi en grito, le interrumpió súbitamente:

—¡Nos encantaría!

Leo soltó una risita antes de continuar:

—Bueno, el viernes entonces —dicho esto, el chico despidió con un efusivo saludo de mano al par de amigos. Acto seguido, Leo Andersonn se dio media vuelta, se acomodó la bufanda y agitó la mano derecha antes de terminar—: Fue un gusto, Felix y Mike.

Y se alejó por el pasillo.

—Parece buen tío. —señaló Mike.

—Tú, por otro lado... ¿No pudiste ser así de amable cuando nos conocimos? —inquirió Felix, dando media vuelta y comenzando a caminar en dirección a las escaleras hacia la primer planta, que estaban a un lado de las que habían bajado hacía un rato.

—Te estaba evaluando como poseedor, ¿recuerdas? —Mike continuó hablando mientras bajaba las escaleras junto con su amigo—. Al momento que chocamos en la biblioteca, mi marca se iluminó.

—Pues eres muy poco sutil —Felix bajó el resto de los escalones de un salto. Una vez abajo, se quedó allí parado, de brazos cruzados, mientras golpeaba el suelo con la planta del pie, como apremiando a su compañero—. Al momento que me tomaste por la cabeza y casi me rompías el cuello supe que tramabas algo.

—¿Y cómo se suponía que lo hiciera de “manera sutil”? —cuestionó Mike, llegando al lado de Felix, quien respondió quitándose la guanteleta y mostrándole la palma de su mano:

—Justo como lo acabo de hacer —su rostro exhibía una sonrisa de satisfacción—. Leo se despidió de nosotros con la mano, ¿recuerdas?

Algo se iluminó en el rostro de Mike. ¡Era cierto!

—¡Ohmierda! ¿Cómo se me pasó eso por alto? Era estudiante nuevo, ¡era mi deber investigarle!

—Ya no importa más —Felix le mostró ambas manos por los dos lados—. Está en blanco. No marca, no Psique.

—Esto significa que...

—Que si su acto de desaparición no fue suficiente, esto prueba que Miranda Jacobs es el nuevo poseedor de Psique en el colegio.

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Ligero cambio argumental: Los miembros del Project Psique siempre llevan la mano donde exhiben la marca cubierta por algo, ya sea por una guanteleta, un guante, o una venda. Pasé por alto que pasan gran parte del día teniendo contacto físico entre ellos, por lo que sus marcas deberían brillar de vez en cuando.

2 comentarios:

  1. :)
    jup, creia que Leo tambien iba a tener el Psique...
    bueno, espero con ansias el siguiente ^^
    cuidate y sigue asi!

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  2. Ya se echaba de menos un capítulo de esta emocionante historia. Estoy deseando deborar más y más tu historia. Un cordial saludo.

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