martes, 29 de junio de 2010

- Capítulo 3 - Miedo

Hoy, queridos lectores, traigo una actualización doble. Como les/os quiero, y sé que me quieren/queréis, pongo el capítulo de tirón :3
Espero que sea de su/vuestro agrado ^^

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Felix suspiró una vez arrojó su mochila al suelo y se dejó caer en su silla, la cual, como siempre, era la que estaba en la esquina del aula.

Apoyó sus brazos en la mesa de laboratorio, no sin antes hacer a un lado algunos recipientes, y recostó la cabeza entre ellos, intentando descansar un poco. El sonido de los ventiladores de techo le arrulló y le hizo adormecerse.

Aún le quedaban quince hermosos minutos para dormir. El ruido de sus compañeros lo despertaría; y si no lo hacía, seguramente la campana se encargaría de ello. Pero no debía arriesgarse. Sólo descansaría los ojos un momento…


Felix no supo si estaba cayendo o estaba subiendo, pero le agradó la sensación de ingravidez que le rodeaba. Tan envolvente y tan pura, la oscuridad de su alrededor le acogía como los brazos de una madre.

Quería quedarse allí para siempre. No le importaba si se quedaba levitando en la infinita oscuridad eternamente. No saldría jamás.
Un ruido rompió su delgada burbuja de tranquilidad. Enfadado por haber sido arrastrado de su ensimismamiento, Felix se puso de pie. No se dio cuenta de que se había parado sobre una superficie sólida hasta que ya había dado varios pasos; eso le irritó mucho más, pues ahora no podría regresar a su relajante ingravidez.

De nuevo el ruido. Lo primero que se le vino a la mente a Felix cuando lo escuchó fue una piedra de afilar, porque a eso le recordaba el sonido. Era como si alguien estuviese frotando un metal contra otro. Furioso, Felix dio el siguiente paso.

El suelo se resquebrajó. En algún sitio debajo de Felix había algo brillante, pues el chico veía las grietas tan resplandecientes como si fuesen ellas mismas las que emanaban la luz. El joven tuvo miedo de dar el siguiente paso, temeroso de que el piso cedería ante su peso. No obstante, lo hizo, y no hubo resultado alguno.

Soltó un suspiro de alivio. Sin embargo, todavía no había dado el siguiente paso cuando, de la nada, su supuesto suelo se convirtió en líquido, y engulló a Felix por completo. Sorprendentemente, notó que podía respirar bajo la superficie, así que no le importó y se dejó llevar.

Por alguna razón, sintió temor. Intentó ascender, pero por más que agitaba los brazos y las piernas, se veía incapaz. Continuaba descendiendo, lentamente, independientemente de cuánto se moviera.

Soltó un gruñido cuando tocó algo sólido con los pies, perdió el equilibrio y cayó de bruces. Un “Woa” de asombro salió de su boca cuando vio su entorno: Era una cueva; no, una gruta que medía por lo menos cien metros de diámetro. Brillaba con unba fantasmal luz azul que provenía de las paredes, las cuales estaban recubiertas por colonias de hongos que producían bioluminiscencia.

Estaba parado en el borde de una isla de unos cuarenta metros de diámetro, rodeado por el agua más limpia que había visto jamás. Podía ver el fondo, que también estaba cubierto por colonias de hongos, y le llamó la atención una roca del tamaño de la llanta de un auto. Era lo más brillante que se veía en la caverna, a pesar de que no la había tocado ni un solo hongo. La luz venía de su interior y se colaba por diminutos poros de la superficie, se veía refractada por el agua, e iluminaba gran parte del techo de la caverna.

La roca se rompió sin previo aviso. Sin tiempo para poder moverse, Felix vio como una criatura se lanzaba hacia su rostro y…


—Veo que estás cansado, Felix. —le murmuró una chica al oído, a la par que le golpeaba la coronilla con un libro. Felix se sobresaltó y se irguió en su asiento, golpeando fuertemente la mesa con la palma de las manos cuando intentó levantarse.

—¿Una pesadilla? —preguntó la joven. Sin siquiera mirarla, Felix asintió con la cabeza. Respiraba muy agitado, y le temblaban las manos. Se midió el pulso al ponerse dos dedos en el cuello, y notó que estaba bastante acelerado.

Una vez decidió que todo estaba bien, respiró hondo y decidió mirar a quien le había hablado. No se sorprendió mucho cuando vio a una de sus compañeras, Vanessa, sentada en la segunda silla de la mesa.

—Muchas gracias por despertarme. —dijo Felix.

—¿Fue eso sarcasmo? —preguntó Vanessa, un poco ofendida. Felix, apenado, agregó de inmediato:

—¡No, para nada! —desvió la mirada de su compañera, intentando ocultar lo avergonzado que se encontraba. Después de todo, le había encontrado dormido en la mesa del laboratorio—. Te lo agradezco, de verdad. No hubiera sido agradable si la Sra. Jones me hubiera encontrado dormido. —añadió el chico, cuando en realidad le agradecía por haberle sacado de aquella macabra pesadilla.

La Sra. Jones era la maestra de Química de Vanessa y Felix. Era la primera hora de clase de los chicos, a las 7:00 am; una de las particularidades de la academia era que comenzaba las clases una hora más temprano que el resto de las escuelas. Por lo tanto, los alumnos podían salían de clases a las 2:00 pm, dándoles más tiempo para dedicarse a sus actividades extracurriculares.

—A mí tampoco me hubiera gustado. —agregó Vanessa—. Recuerda que compartimos la nota. No me gustaría una “F” en mi tercer día.

Felix se golpeó la frente con la palma de la mano. Había sido irresponsable de su parte el haberse dormido. Si se ganaba una regañina, Vanessa también lo haría, como su compañera de laboratorio.

Desde que los habían puesto en la misma mesa, Vanessa siempre se comportaba amigable con Felix. Tenían las siguientes dos clases, Trigonometría y Gimnasia juntos, además, por lo que su relación estaba muy cerca de convertirse en una fuerte amistad.

—¿Qué hora es? —inquirió el chico, sin esperar ninguna repuesta en realidad, pues miró la hora en su teléfono móvil. No obstante, le llamó más la atención el anuncio que le notificaba de un nuevo mensaje de texto.

—¿Has decidido optativas y clubes? Viernes, último día. Te veo en libre, ahora tengo Sr. Green. Mike —leyó Felix en voz alta.

—Oh, es cierto, yo tampoco me he anotado. —señaló Vanessa—. ¿Te apuntarías conmigo a Arte? —acto seguido, Vanessa se acomodó su lacio cabello de una manera exagerada—. Quién sabe… Tal vez sirva de modelo.

Antes de que Felix pudiese responder al comentario de Vanessa, el alargado Ring de la campana anunció el inicio de las clases. Como si hubiese estado esperando el momento ideal, la Sra. Jones entró al aula justo cuando la campana paró de sonar. Con sumo cuidado, colocó su maletín en su escritorio, se sentó, y tomó un bolígrafo y una hoja de papel.

—Ashwill, John. —llamó la profesora. Una vez obtuvo un “Aquí” por respuesta, hizo una pequeña marca en la lista de asistencia. No tardó mucho en decir el resto de los nombres escritos en la hoja; y en cuanto lo hizo, se puso de pie y dijo simplemente:

—Las instrucciones están en la pizarra. Ya podéis comenzar.


Después de dejar los libros que ya no usaría en el día y de coger los correspondientes para las siguientes clases, Felix cerró su casillero. No lo había abierto en los primeros dos días, pero el creciente peso en su mochila le había obligado a hacerlo.

Apenas iba a dar la vuelta por el pasillo, pues su casillero era el último de la fila y terminaba en el borde del muro, cuando Mike apareció súbitamente detrás de él.

—¿Cómo te va, F? —preguntó, a la par que introducía la combinación en el segundo casillero más cercano a Felix.

—Bien, creo. —respondió, un poco desconcertado por la repentina aparición de Mike—. ¿Tu casillero estaba aquí? —añadió.

—No. Se lo cambié a una chica. —respondió el muchacho, guardando varios libros en la mochila.

—Gracias por reducir mis posibilidades de citas. —expresó Felix, sarcástico. Luego recordó que quería preguntarle algo a Mike, así que agregó—: ¿Por qué no fuiste a Gimnasia? Me parece haberte visto en mi grupo el primer día.

Antes de responder, Mike cerró su casillero y comenzó a caminar por el pasillo. Inseguro, y un poco asustado por quedarse solo, Felix siguió a su compañero.

—Sí, primer día de Gimnasia. En idioma Mike, “último día de Gimnasia”.

—Pero… Eso significa que suspenderás la asignatura.

—Nah. —negó el chico—. Mientras tenga buen desempeño en mi club, Gimnasia es opcional para mí.

De repente, Mike se paró en seco. Chasqueó los dedos y alzó la mano, haciéndole a Felix la señal para que detuviera también.

—Eso me recuerda, F, no te has anotado a nada. Un club y una optativa son necesarios, y si no te apuntas, te inscriben a uno al azar. ¿Conoces a Rick Grisson?

—No, en realidad no.

—Bueno, el punto es que el chico no eligió ningún club, ¿y sabes qué pasó? ¡Lo metieron a Ballet!

—¿Es eso posible?

—Hasta que llegó Rick, no lo era. En fin, vamos a inscribirnos a algo.

El par de muchachos caminó por varios pulcros pasillos hasta llegar donde estaban los tablones de anuncios.

Había una gran multitud de estudiantes, ansiosos por inscribirse, y preocupados por perder la plaza. La gran mayoría se empujaba y gritaba entre ellos, y entre tanto desorden, terminaban por molestar o incluso hacer daño a otras personas que no tenían interés y que sólo pasaban por allí.

Felix y Mike tardaron un poco en llegar al centro, mediante empujones, golpes y codazos. Una vez alcanzaron los bolígrafos, examinaron las decenas de hojas, las cuales se veían sostenidas por solitarias tachuelas.

—El deportivo es obligatorio, F.

—Si el club también lo es, de todos modos, no tengo más elección que entrar a uno deportivo. —acto seguido, el chico escribió, cabe decir que con mucha dificultad, “Felix Flynn” en la lista que leía “Atletismo”.

—Te recomiendo entrar a una optativa simple y de nota fácil de conseguir. Fotografía, por ejemplo. —añadió Mike, viendo con atención una hoja.

—Cocina me llama la atención. —comentó Felix, mirando con curiosidad el pequeño grupo de personas que se había inscrito, compuesto, hasta el momento, únicamente por chicas.

—¿¡Qué!? —exclamó Mike, soltando de golpe su bolígrafo y tomando a Felix por el cuello de la camisa— ¡Cocina es para chicas, gays reprimidos y huérfanos!

Ante este comentario, varias personas miraron a Mike con enfado, otras lo hicieron ofendidas, y algunas con curiosidad, seguramente preguntándose quién era el idiota que había gritado semejante insensatez.

—Tú no tienes respeto... —murmuró Felix, mientras se soltaba de Mike—. Cocina será, pues. —dicho esto, el chico anotó su nombre en la lista.

—¡F!

—Ya, ya, no es para tanto. Ahora... Me gustaría entrar a algo cultural. —pensó Felix en voz alta, mirando las listas en dicha clasificación.

—Con dos clubes no tendrás tiempo de hacer nada. —comentó Mike, mirando con curiosidad también las hojas.

—Me las arreglaré. —tras esto, Felix puso con decisión el bolígrafo sobre la hoja de Teatro. Sin embargo, vio de reojo cómo Mike anotaba algo en una hoja y rápidamente se apartaba de ella. Ante su sospechosa actitud, Felix preguntó¬—: ¿A que te has inscrito?

—¡A nada! —negó Mike, intentando cubrir las hojas con su propio cuerpo. Felix, sin embargo, se las arregló para apartarlo y mirar las listas que intentaba esconder:

—¿Canto? —inquirió Felix, una vez vio el nombre “Michael Johnson” en la hoja correspondiente.

—¡¡No, no, no!! ¡Debí equivocarme de lista! ¡Yo buscaba...! ¡¡Fútbol!!

—Las hojas deportivas están del otro lado, Mike. —señaló Felix, con una sonrisa burlona en el rostro. Mike se ruborizó y desvió la mirada. Felix solamente soltó una risa y se dispuso a anotarse en la hoja que había visto hacía sólo unos segundos.

—Mike, ¿te gustaría entrar a Teatro conmigo?

—No, no creo que se...

—Oh, Michelle está en Teatro, lo había olvidado. —interrumpió Felix, una vez vio su nombre en la lista.

—No dudes en apuntarme.


El par de muchachos apenas se disponía a dejar el lugar cuando Felix, girándose para ver una vez más y comprobar que había elegido bien, notó algo que le llamó la atención, y se detuvo en seco.

Al lado izquierdo del tablón de anuncios más alejado había una vitrina cerrada con llave. Era pequeña, así que no pudo considerarlo un tablero más, pero notó que aún así exhibía una hoja de papel.

Felix, como atraído por semejante curiosidad, volvió a meterse entre la multitud de alumnos y se acercó a la pequeña vitrina. Un estudiante notó a Felix, y se apresuró a decirle:

—Ni lo intentes. Es un club exclusivo, necesitas invitación para unirte.
Y nadie sabe en qué consisten los requisitos, o que se hace en él.

—¿De verdad...? —inquirió Felix. Como supuso, la vitrina estaba cerrada con llave. Moviendo la cabeza un poco para evitar el reflejo de la luz en el cristal, Felix leyó la supuesta lista.

“PP”, era todo lo que decía por título. Tenía muy pocos miembros, pero, al contrario que las demás listas, éstos estaban escritos a computadora, y no con la tinta de un bolígrafo. Felix empezó a leerlos en voz alta:

—James Reynolds, Ethan Parker, Samantha Parker, Vince Miller... ¿¡Michael Johnson!?

Felix se giró de inmediato, sólo para encontrarse con que Mike ya se encontraba detrás de él. Por alguna razón, había cambiado su usual pícara actitud por una increíble serenidad. Una serenidad que Felix ya había presenciado antes, durante la tarde de primer día de clases...

—Ya lo has visto, ese es mi exclusivo club. —expresó Mike, seco. Felix, al no saber cómo reaccionar, se quedó boquiabierto.

—Quién sabe... —comenzó Mike, de nuevo, mirando sospechosamente a todas direcciones—. Puede que seas miembro algún día.

Como si se lo hubiese pensado mejor, Mike volvió a mirar a su alrededor. Súbitamente, tomó a Felix de la coronilla y le obligó a mirarle a los ojos. Felix se asustó de su amigo por segunda vez en los pocos días que llevaban en la academia.

—Pensándolo bien, creo que no lograrías hacerlo —comentó Mike, soltando de golpe a Felix; el cual, de la sorpresa, cayó de sentón al suelo y se quedó allí, mirando atónito a lo que había reemplazado a Mike.

Como si nada hubiese sucedido, Mike chasqueó los dedos, señaló a Felix y le dijo sonriente:

—¿Sabes que hoy en la mañana tuve Química con el Sr. Green? Descubrí las desventajas de no poner atención a las instrucciones... No me pasó nada grave; pero, a mi compañero, Mark, sí.

—Deberías estar un poco arrepentido... —murmuró Felix, poniéndose lentamente de pie, y mirando todavía a Mike con desconfianza.

—Estuve muy arrepentido, pero luego vi cómo funciona el baño químico. ¡Es asombroso! En fin, ¿te apetece ir a la cafetería por algo de comer? Si nos apresuramos, no llegaremos tarde a Idioma... Elegiste Francés, ¿no? Yo entré a Español, sabes...

Felix se frotó la cabeza antes de seguir a Mike. Seguramente a causa del golpe, había empezado a dolerle. Sentía una especie de presión en los oídos, como si estuviese en el fondo de una piscina, o como si alguien le apretara las orejas con fuerza.

También se frotó las pupilas. La luz había comenzado a molestarle en las pupilas y, como si el mundo fuese un caleidoscopio, la iluminación disminuía en algunos lugares y aumentaba en otros, creando así un espectáculo de sombras.

Ignorando la molestia, Felix siguió a Mike hasta la salida del edificio. Ya vería a la enfermera luego.


El resto del martes transcurrió sin muchos acontecimientos interesantes. Tras la hora del almuerzo, Felix no se volvió a encontrar con Mike. Al igual que en Gimnasia, también estuvo ausente en la segunda hora en la que coincidían, Historia, sin razón aparente. F en el fondo agradecía no habérselo topado, puesto que las cosas se habrían tornado bastante incómodas y difíciles para él. Sospechaba que el extraño comportamiento de “su amigo” tenía algo que ver con el tal Proyecto Psique, pero no podía estar tan seguro. Michael no era aquel tipo de persona que conservaba secretos, sino aquél que los restregaba en la cara para sentirse algo importante.

Felix volvió a casa en autobús a la hora de la comida. Su madre hizo verduras en mantequilla y pollo en salsa de champiñón ese día, algo que sin duda era más apetecible que lo que el cocinero llamaba “Sopa para la resaca”; luego tomó una reparadora siesta de una en el sofá, sin siquiera quitarse el uniforme, para despertar una hora antes de su club de teatro. Sin nada mejor que hacer, el chico pasó el tiempo libre viendo caricaturas en la televisión. De nuevo, recorrió los diez minutos hasta la academia en transporte público.

Después de haber elegido bien su horario extracurricular, Felix había decidido asistir a Teatro los martes y los jueves a las cinco de la tarde y terminar alrededor de las seis y media o siete, para luego volver a casa a cenar y hacer los deberes. El resto de las tardes las dedicaría a su club de atletismo, el cual iniciaría la próxima semana, aunque por un tiempo más corto.

Tras llegar al colegio, el muchacho siguió el camino que lo llevaría al Túnel, sendero que ahora le resultaba extrañamente familiar y cotidiano, a sabiendas de que lo recorrería muy seguido durante todo el año escolar.

Felix se frotó las sienes en un intento por disminuir la pequeña molestia que había tenido desde que había terminado las clases. Pese a que había tomado algo para la cabeza y había dormido una hora y poco más en su casa, el dolor no se había ido por completo. De hecho, ahora que lo advertía, parecía estar más sensible que antes: apenas se frotó la frente, una fuerte punzada lo asaltó, y debido a ello se quejó inadvertidamente en voz alta. Cuando apartó la mano, la molestia disminuyó una vez más.

Intentando restarle importancia al asunto, Felix continuó su rumbo hasta el auditorio, que parecía estar tan activo como lo había estado el día anterior. No tardó mucho en encontrarse en el interior, frente a las puertas de madera. Entusiasmado, mas sin saber por qué, empujó una de ellas y pasó a la zona de butacas.

Se detuvo en seco. Notó decenas de cabezas girarse al mismo tiempo en dirección suya y sus respectivos ojos posarse en él. Alrededor de cuarenta estudiantes, sentados en las primeras filas, se habían volteado, curiosos, para saber quién había entrado.

—Emm... —balbuceó el chico, al ver que una mujer de cincuenta y pocos años le miraba a través de unos voluminosos anteojos desde la parte escenario. Dando por hecho que era la maestra, añadió—: Perdón, ¿llego tarde?

—En absoluto, señor... —negó la profesora, esperando que Felix terminara la frase por ella.

—Flynn, Felix Flynn

—Tome asiento, señor Flynn —ordenó. Luego, como si sencillamente no hubiese ocurrido nada, agregó para los estudiantes—: Esperaremos un poco más y comenzaré a darles sus tareas del día. El resumen y presentación de la obra de éste año será el viernes, y comenzaremos con las audiciones el miércoles.

Felix obedeció a su profesora y caminó hacia las primeras filas, buscando a Michelle con la mirada. Hubiera buscado a Mike, pero después del incidente durante el almuerzo, no tenía muchas ganas de verle. Hubiera ignorado el hecho si hubiese sido la primera vez, pero no lo era; además de que ésta vez el chico no había dado ninguna explicación, contrariamente a como lo había hecho el lunes.

“Sólo estaba... ¡Ay, jugando! No te pongas así...”, recordó que había dicho. Sin estar muy convencido de que hubiese sido lo mismo esta vez, tragó saliva y decidió continuar ignorar a Mike. Sólo por ese día.

Finalmente divisó a Michelle sentada en la primera fila, escuchando atenta a las palabras de la maestra. La chica seguramente había sido de las primeras personas en llegar, pues su afición por el teatro era obvia. Y a sabiendas de que no podría sentarse con ella, a falta de asientos vacíos, Felix decidió sentarse en el último asiento libre de la tercer fila.

Para su sorpresa, terminó sentándose al lado de Joseph, aquél agradable chico que había conocido el día anterior, mientras Mike trataba de cortar su cabello. Felix tardó un poco en asociar su rostro, pero una vez logró reconocerle, decidió ser alguien simpático y saludar:

—Hey, hola, Joseph.

—Hola, F —saludó éste, casi de inmediato y mirándole apensa. Felix se sorprendió un poco al darse cuenta que alguien además de Mike y Michelle le llamaba “F”—. Veo que Mike logró su objetivo, ¿no?

—Contra mi voluntad, pero sí —coincidió el muchacho, advirtiendo que su compañero hablaba del corte de cabello que Michelle le había dado.

—Te queda bien —dijo—. Ah, no sabía que te gustaba el teatro.

—En realidad sólo me llamó la atención cuando vine aquí el lunes —aclaró el otro, ilustrando sus palabras al abanicar con la palma de su mano, abarcando el teatro entero—. No soy un aficionado, pero sí me gusta un poco...

—Pues te irá “des-gustando”, porque con la señora Rivers —Joseph señaló al escenario con su cabeza— vas a tener un semestre memo...

De pronto, el chico se interrumpió y se enderezó en su asiento de golpe como una tabla, mientras miraba al frente con una expresión de terror.

—Y ahora, veremos qué es lo que mantiene tan viva la conversación entre el Sr. Flynn y el Sr. Robson —expresó la profesora, con un tono de voz bastante alto, lo suficiente para que todos se giraran y miraran con expectación al par de chicos.

Ambos muchachos, apenados, dijeron “Lo siento” al unísono, pero la profesora insistió en que comentaran de que estaban hablando, por lo que no tuvieron más remedio que, o decirlo, o mentir.
—Verá, profesora... —comenzó Joseph— Emm... Estábamos... ¡Felix le dirá!

El mencionado se sorprendió y dejó salir un fuerte “¿¡Eh!?” que provocó algunos murmullos entre los presentes. Balbuceó un poco al notar las miradas de todos clavadas en él, pero se las arregló para decir:

—Estábamos hablando de... de que... me... —y a falta de ideas, el chico dijo, estúpidamente, lo primero que se le pasó por la cabeza—: ¿Me encantaría tener el papel protagónico?
Hubo un incómodo silencio, apenas roto por los susurros, e incluso risillas, de algunos de sus compañeros. Felix no pudo evitar notar la mirada penetrante de su maestra; se había quitado los anteojos para verle mejor, y éstos ahora descansaban sujetos por una delgada cadena que llevaba alrededor del cuello.

—Esto —comenzó la profesora—, esto es lo que quiero de mis alumnos. ¡El Sr. Flynn es, sin duda, un gran ejemplo a seguir! ¡Usted, usted es un estudiante modelo! ¡Sin duda alguna!
Felix quiso dejar caer la mandíbula por la sorpresa. ¿Había funcionado? Incrédulo, el ahora comprometido muchacho sólo pudo añadir:

—Confío plenamente en su juicio, madame —aduló. Ahora que tenía la oportunidad, podría por lo menos ganarse a su profesora.

La maestra dejó salir un suspiro antes de continuar:

—Me alegra que queden alumnos comprometidos con el arte. ¡Bien!, debido a que no parece que tendremos más miembros hoy, comencemos con las tareas asignadas.

*

7:18 pm

O al menos eso decía el reloj que el teléfono de Felix tenía integrado. Había salido del club hacía sólo un rato, y esperaba el autobús que pasaba frente a la academia. Tenía muchas ganas de volver a casa; muchas más que el primer día de clases: Estaba a punto de anochecer, estaba cansado, no había hecho los deberes y su malestar no había cesado.

Durante su estadía en el auditorio, el dolor de cabeza y la presión en los oídos no cedió en absoluto. Sus compañeros debieron notar que le sucedía algo, porque la gran mayoría le preguntó si estaba enfermo o si le pasaba algo —y también que no podría conseguir el protagónico en ese estado.

A todos les había respondido que estaba bien. En aquellos momentos se encontraba pintando de color negro lo que se convertiría en una cortina para la obra, por lo que no dijo nada. Realmente disfrutaba el hacer algo para el club, por lo que ignoró sus molestias y siguió trabajando.

Mientras se encontraba sentado solo en la fría banca de aquella marquesina, el juego de luces y sombras comenzó a irritarle de nuevo. Estuvieron allí, molestándole, durante tanto tiempo que el joven empezó a dar forma a las danzantes apariciones: creía ver gente. Se movían sin ritmo ni orden alguno, y caminaban balanceando unos largos brazos.

Felix soltó una carcajada. Su mente le jugaba trucos, eso era todo. Era prácticamente imposible que fueran personas. Después de todo, tenían que ser personas intangibles, invisibles e inaudibles para que realmente existieran.

Tenían que ser monstruos para poder estar allí.

Súbitamente, en su mente hubo un destello de un monstruo negro de brazos largos que lo perseguía durante las noches. Inmediatamente notó cómo su cuerpo se acelaraba por el miedo e inconscientemente se puso de pie y echó a correr, mientras el sol se ponía en el horizonte.
Sentía la presión en sus oídos aumentar y vio a las sombras volverse más nítidas, aunque no dejaban de ser transparentes. Le miraban con sus amarillos ojos y algunas le señalaban con sus desproporcionados brazos.

Eran ellos: los monstruos de sus pesadillas. Y, por alguna razón, lo estaban siguiendo en el mundo físico.

No paró de correr. Recorrió varias calles, oscuras y vacías, en busca de compañía. Le importaba un bledo si se encontraba con un perro, un vagabundo o un drogadicto, y tampoco sabía de qué le serviría estar con alguien en caso de que los seres le atacaran. Pero no le importó, corrió y corrió buscando personas, a quien fuera. Comenzó a sentir una comezón en la mano derecha, que muy pronto se vio convertida en un ardor tremendo. Sin para su carrera, se llevó la otra mano a la palma y empezó a rascarse.

Llegó a un parque, el cual apenas se encontraba iluminado por unas cuantas farolas. Pese a que no podía respirar bien y a que sentía en el corazón en la garganta, Felix continuó corriendo hasta llegar a lo que parecía una piscina sin agua, la cual seguramente muchos jóvenes en patineta o bicicleta usaban para sus beneficios. Sin soltarse la mano, el chico dio un gran salto e intentó caer de pie en el fondo del “tazón”. No obstante, el llevar las manos en otro lugar le hizo perder el equilibrio, por lo que se dobló el tobillo y cayó al suelo sobre su hombro, para luego deslizarse hasta el fondo del tazón por la inclinación de éste.

Con un gruñido, Felix intentó levantarse, pero se detuvo en seco de inmediato. Todas las farolas, absolutamente todas, se habían apagado, convirtiendo al parque en un aterrador bosque nocturno.

F gimió de dolor cuando se hizo una cortada en la mano, resultado de haberse rascado durante un largo tiempo. Se llevó la herida a la boca, en un intento de disminuir el ardor, pero terminó mordiéndose para evitar la comezón.

—No... Largo... ¡Largo! —gritó el chico, mirando con temor hacia todas direcciones y agitando la mano libre al aire. Ya no estaba seguro si las sombras lo habían seguido, pero por precaución, tomó una sucia y húmeda tabla de madera que descansaba sobre un charco de agua negra.
Fue entonces cuando Felix notó que, bajo su herida, la palma de su mano brillaba con un débil resplandor azul. La luz dibujaba una figura, pero debido al miedo y a la sangre impidiéndole ver bien, no supo definirla.

El viento comenzó a soplar, moviendo las hojas y ramas de los árboles, y provocando así un perturbante murmullo. Allá donde el aire era cortado por algo, parecía que alguien aullaba. Mezclado con la impenetrable oscuridad y con la extraña luz que manaba de su mano, aquel sonido aterró a Felix.

Y continuó corriendo.

1 comentario:

  1. wow me encanto este capitulo XD
    un poco de misterio
    atte erick

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